ihä: una década transitando por el espíritu

Hace 10 años atrás, un desconocido músico chileno, llamado Ignacio Moreno Fluxà, comenzaba su particular recorrido artístico con la edición del disco debut de su proyecto ihä, “Un nuevo comienzo”. Desde ese entonces, el siempre inquieto explorador sonoro, que como pocos en muestro país, ha sabido entregar una relectura personal del minimalismo, el ambient, la música drone y la improvisación, no ha dejado de profundizar en una propuesta de alto contenido espiritual, de verdad independiente y que no se casa con ninguna clasificación que delimite su imaginación y creatividad. 

 

Tras un período de ecléctica exploración sonora, su invitación musical se fue solidificando poco a poco, con la edición de discos que mostraban sus nuevas investigaciones sonoras y visión estética. Así, en 2016 vino “Ironía”, en 2017 “Esperanza”, en 2018 “Estructuras de aire, colonias de soplo”, en 2020 “Lof” y “Absorto”, solo por nombrar algunos. 

 

Impregnado de un espíritu festivo por la celebración de la primera década de actividad que comentábamos, el sello Diseminación publicó en febrero una edición remasterizada del compilado “En busca del tiempo perdido” (2017), en abril fue el turno del EP “Espacios interrumpidos”, que, antecedido por "Espacios cruzados", conforma la segunda parte de la serie “Espacios”. Todo esto sin contar con sus colaboraciones con otros importantes proyectos del underground como Asunción, el diAblo es un magnífico y sus proyectos colaborativos Yaca y Huillín.

 

Con el ánimo de destacar estos años de exploración sonora, tuvimos una extensa conversación con Moreno Fluxà, que pasó por sus distintas etapas, proyectos, colaboraciones, visiones musicales y proyecciones. Acá las palabras de ihä.

 

-En junio de este año, se cumplieron los 10 años del lanzamiento de tu primer disco “Un nuevo comienzo”. Con la perspectiva que te da la década que ha pasado desde este debut, ¿cómo sientes que ha envejecido este álbum y qué significa para ti en tu carrera?

 

-Es un disco al que le tengo un cariño indeleble. Aún me gusta cómo suena: su atmósfera lo-fi, su crudeza minimalista y espíritu solitario. Al menos para mí, ha permanecido suspendido en el tiempo, en su propio tiempo. Todavía lo escucho de vez en cuando. Pienso que es un reflejo muy honesto de mi aproximación a la música y me alegra –me enorgullece– que haya sido el puntapié inicial de este trayecto. Además, “Un nuevo comienzo” está atravesado por recuerdos de amistad y, en general, de un período que guardo con cierta calidez en mi memoria.

 

-ihä es un proyecto de música ambient contemplativa y espiritual, que es difícil de encontrar en el canon musical chileno ¿Cómo te sientes de ser uno de los pocos exponentes chilenos de este género tan importante en el desarrollo de la música contemporánea a nivel mundial?

 

-Siendo muy franco, es algo a lo que nunca le he prestado atención. Nunca me he sentido en un sitial especial, ni lo he buscado. Para mí esto ha sido desde el inicio un recorrido personal, sin más pretensión que la de crear. Mi calma está en crear, nada más que eso. Este proyecto partió sin un plan -y por lo mismo, se vuelve un poco paradójico hablar de “proyecto”; no hay proyecto en ihä-, nunca me propuse hacer música de tal o cual género; tan sólo tomé mi guitarra y esta fue la música que me salió. De hecho, recuerdo que cuando publiqué “Un nuevo comienzo” vacilé un montón sobre cómo definirlo; solía hablar de krautrock, psicodelia u outsider, que de cierta forma dan una noción de mi hoja de ruta para llegar a ese punto de partida. Pienso que ese sendero de influencias sigue distinguiendo mi música de la de otros proyectos de ambient o drone en Chile; lo mío viene más de la psicodelia o del minimalismo que de la electrónica. Entonces, tampoco me siento parte de una genealogía musical particular; esto ha sido el resultado orgánico de una búsqueda sin rumbo.

 

-En 2016 lanzaste el disco “Ironía”, que implicó, de algún modo, la consolidación de tu sonido introspectivo y personal, y que, además, fue editado al año siguiente por el sello estadounidense Black Horizons. Dos preguntas: ¿Qué importancia tiene para ti ese álbum como creador? y ¿Qué significó para ti en tu carrera el ser editado por esta disquera norteamericana?

 

-“Ironía”, que cierra el primer lustro de vida de este proyecto, representa para mí la síntesis de lo aprendido en esos primeros años y, por lo mismo, es un disco más maduro que los anteriores, mucho más pensado y trabajado con más detenimiento. Por ese motivo, también creo que fue un salto en términos de qué tan en serio me tomo esto y cómo enfrento el ejercicio creativo. Aunque nunca ha perdido su sentido lúdico, con “Ironía” me empecé a tomar tiempo para darle una vuelta a lo que significa este proyecto, tiempo para pensar en cómo evitar que esto sea un mero juego creativo y en cómo encaminar los procesos de modo que se plasmen en discos que no se limiten simplemente a sonar “curiosos” o “experimentales”, sino que efectivamente signifiquen algo, que me conmuevan, que no sean ejercicios inertes. Y ese aprendizaje fue el que me permitió después seguir avanzando más, deconstruir mi propio sonido en los años venideros y explorar otros terrenos con mayor seguridad y determinación.

 

El hecho de que Black Horizons se interesara en publicarlo fue para mí una especie de confirmación externa de que este era el camino indicado, de que tal como yo pensaba en mi solipsismo, “Ironía” efectivamente era un disco en que había conseguido algo especial, algo cualitativamente distinto a lo anterior. Y esa confirmación fue particularmente significativa por tratarse de un sello súper enraizado en la música experimental contemporánea, un sello que sabe de lo que se trata esto. 

 

-Una nueva etapa en tu trabajo, puede percibirse en los discos “Esperanza” (2017) y “Estructuras de aire, colonias de soplo” (2018), en los que profundizaste en tu sonido atmosférico, etéreo y de espíritu minimalista. ¿Qué nos puedes contar de esta fase de evolución como compositor y explorador sonoro?

 

-Aunque fue una evolución que se dio muy orgánicamente desde lo que venía haciendo antes, en alguna medida hubo también un esfuerzo consciente por desarticular mi propio sonido y llevarlo a su expresión más mínima, justamente a partir del aprendizaje que mencioné en mi respuesta anterior. El proceso de grabación y publicación de “Ironía” también fue crucial en términos de confianza, en el sentido de que le perdí el miedo a desarrollar un lenguaje sonoro más propio, a utilizar ciertos elementos que me acomodaban musicalmente y a los que tal vez se les suele hacer el quite. Dicho más simple: me empecé a sentir más cómodo en mis propios zapatos.

 

El primer paso en ese movimiento “Esperanza”, que tiene un carácter más exploratorio y a la vez minimalista, desprovisto. Después de eso me sentí lo suficientemente seguro como para dar un paso más allá y atreverme a hacer un disco sólo con teclados. También decidí empezar a trabajar con más capas, a desarrollar atmósferas más profundas y matizadas, pero que no perdieran la intimidad del sonido. De esa visión salió “Estructuras de aire, colonias de soplo”, que por todo lo que te menciono, constituyó otro salto grande en mi desarrollo musical, probablemente el paso crucial.

 

-En 2019, lanzaste un split con la banda experimental chilena el diAblo es un magnífico ¿Qué nos puedes contar del trabajo con la banda, en particular y, en general, cómo dirías que tu voz se inserta en la escena de música exploratoria en Chile?

 

-La idea del split surgió a partir de la invitación que me hizo la banda a abrir una de las fechas en su mini-gira de reunión. Habían grabado una canción nueva, yo también tenía material sin editar, y me pareció lindo que quedara una especie de testimonio tangible de ese acontecimiento, así que les propuse lo del split y todo resultó perfecto. Obviamente, es motivo de gran orgullo el haber publicado algo con ellos, porque el diAblo es un magnífico es para mí una de las bandas legendarias del subterráneo musical chileno. Su disco homónimo de 2013 es una joya absoluta.

 

 

 

La segunda parte de tu pregunta me complica un poco más. Como te contaba antes, este recorrido ha sido más bien personal. Nunca he buscado encajar o formar parte de una escena (lo cual ciertamente no quiere decir que no tenga vínculos dentro de este submundo, como lo refleja, por ejemplo, mi amistad con diAblo). Me siento más cómodo en los márgenes. Tal vez ese sea el lugar de mi voz. Obviamente eso se traduce en que mi música queda muchas veces en la sombra, pero eso me tiene sin cuidado. Y no es que no valore la atención que recibe mi música; todo lo contrario: el interés espontáneo por lo que hago significa mucho más estando en el margen.

 

-¿Qué significó para ti ser considerado en el LeRock Fest 2019 organizado por LeRockPsicophonique, que es un sello enfocado básicamente en proyectos post-rock? Me imagino que al invitarte hubo una valoración de tu propuesta que fue importante para ti…

 

-Sí, esa invitación fue importante en al menos dos sentidos. Primero, por la magnitud del evento; es sin duda el más grande en el que he participado. En esta línea, creo que sirvió para que mi música llegara a mucha gente que no la conocía y que desde entonces le pone oído a lo que hago. Y segundo, justamente por lo que dices: por la sensación de que lo que hago musicalmente está llegando a otros círculos, más allá de mi entorno más cercano. Eso se manifiesta en el hecho de haber entrado en el radar de LeRockPsicophonique, que, como bien señalas, es un sello centrado en el post-rock. Y similar a lo que te decía antes sobre Black Horizons, este reconocimiento fue valioso sobre todo por tratarse de un sello que sabe lo que está haciendo.

 

-¿Cuáles son tus influencias fundamentales como creador sonoro?

 

-Este proyecto es tan personal que creo que todo en mi vida influye directamente en mi música, pero para no dar una respuesta inútil, puedo mencionarte en particular algunas de las influencias sonoras más conscientes. El trío más esencial lo componen Aidan Baker, William Basinski y Roy Montgomery, y otras influencias importantes son Pocahaunted y Violeta Parra. Fuera de lo musical, las pinturas de J.M.W. Turner y de Caspar David Friedrich han sido siempre un referente. En lo literario la cosa es más difusa, y tal vez menos preponderante, pero podría mencionar a Charles Baudelaire y Vicente Huidobro.

 

-¿Cómo ha sido la experiencia que has generado en tus proyectos paralelos Yaca, con el improvisador brasileño Rodrigo Montoya; y con Huillín, con el artista nacional Simón Palacios? ¿Cuáles dirías que son las diferencias musicales y estéticas más importantes de estos proyectos en relación a ihä? 

 

-Ambos proyectos son fuente de tremenda alegría. Los dos surgieron de forma espontánea –Yaca en 2017 y Huillín en 2018–, y en el curso de ambos se la amistad tomó curso a través de la música, lo cual me emociona mucho. Además, soy en extremo afortunado por la posibilidad de ser interlocutor sonoro de músicos tan talentosos como Rodrigo y Simón. Improvisar con ellos -ambos proyectos se basan íntegramente en la improvisación- es júbilo puro.

 

Pienso que tanto Yaca como Huillín tienen algunos elementos en común con ihä, pero incluso esos aspectos aparecen modulados por la interacción creativa con Rodrigo y Simón. Por ejemplo, en ambos es un elemento clave la repetición, que a estas alturas ya asumo como parte intrínseca de mi aproximación natural a la música. Pero lo lindo del diálogo en Yaca y Huillín es que justamente me veo obligado a responder a los cambios que van introduciendo Simón y Rodrigo, lo cual me empuja a introducir variaciones y transformar los relatos.

 

Yaca, en particular, comparte en cierta medida el espíritu más minimalista, más íntimo y meditativo de ihä, pero lo que trae Rodrigo -quien viene del mundo de la improvisación libre- al ejercicio creativo es el dinamismo del devenir constante, la disrupción del cambio permanente, y ese contraste me parece muy bello. En el caso de Huillín, están presentes las atmósferas más envolventes de ihä, los elementos más drone. Aquí el contrapunto redunda en el diálogo que se da a nivel rítmico con Simón, quien no sólo tiene una habilidad impresionante en la batería, sino también –y más importante aún– un groove sin igual. Es otra combinación muy bonita. 

 

-2020 también fue un año de intensa actividad musical, con el lanzamiento del disco “Lof” en colaboración con Asunción, otro de los pocos proyectos ambient de nuestro país ¿Qué nos puedes contar de la complementación estética y sonora que se dio en este trabajo?

 

-Esa complementariedad se dio muy naturalmente, tanto por el vínculo de amistad detrás de esta colaboración como por las características de nuestros sonidos particulares. El trabajo conjunto –que abarcó cinco presentaciones en vivo entre 2019 e inicios de 2020– se nos hizo bastante fácil, pienso. Tenemos algunas raíces sonoras similares que hicieron que la creación de atmósferas en conjunto fuera muy fluida, muy orgánica, como una simple conversación no verbal entre amigos. Pero a la vez, cada uno tiene su propia aproximación al sonido, su propia paleta de colores, lo cual enriqueció mucho la colaboración. Me resultó muy cómodo y ameno asumir el rol de arreglista y me alegra mucho haber podido aportar desde ese flanco a las composiciones de Asunción, quien fue el gentil gestor de esta iniciativa. Además, es muy especial que haya quedado registro de esa experiencia.

 

-También en 2020 editaste el álbum “Absorto” y el EP “Ocaso”. ¿Qué contraste y diferencias, pero también similitudes, ves que existen entre estos dos lanzamientos?