Inti Illimani: Sobre el manto de la noche Domingo, 06 de Agosto de 2017 Viernes 4 de agosto, 2017 Teatro Caupolicán En plena época de revisión sobre lo ocurrido en el llamado verano del amor, hace 50 años, las luces de aquella revolución rock parecen encandilarnos sobre los otros movimientos musicales que surgieron por aquellos mismos años. Y no hay que ir muy lejos para rastrearlos. En el Chile de finales de los 60, mientras el rock aterrizaba tímido en la patria y hacía de 1967 un año clave para nuestros coléricos, paralelamente, otro grupo de jóvenes con inquietudes ligadas a la música latinoamericana, el legado folklórico perpetuado por Violeta Parra y el ideario político socialista que lideraba Salvador Allende, iniciaban sus carreras y daban inicio al movimiento musical popular más influyente e importante que ha surgido en nuestro suelo: la Nueva Canción Chilena. Aquel año, un hombre venido del teatro lanzaba su homónimo disco debut, Víctor Jara. Tras él, un grupo de amigos de la Universidad Técnica del Estado (hoy USACh) deciden formar un grupo amparado en aquella música de raíz. Al colectivo lo llaman Inti Illimani, nombre compuesto por palabras en quechua (inti=sol) y aimara (illimani=águila dorada). Para ser precisos, y en palabras del propio Jorge Coulón la noche del pasado viernes a un Caupolicán repleto (y con presencia entre el público de David Fricke, editor senior de la revista Rolling Stone), la fecha fundacional del grupo es el 6 de agosto de 1967 (día de la independencia boliviana, hace hincapié Coulón), por lo que conmemorar cinco décadas se hacía una necesidad imperiosa. No sólo por el mero acto celebrativo, sino que, en todo ese tiempo, y con todos los avatares de su biografía (siendo actores fundamentales en la elección de Allende, el exilio, su vida en Italia, el regreso a Chile, la pelea por el nombre) y su vasta discografía, Inti Illimani se ha convertido en una escuela musical inequívoca para la cultura nacional, de incesante búsqueda para robustecer un sonido no sólo chileno, sino que latinoamericano, por parte de todos los músicos que alguna vez han formado (y se han formado en) sus filas. De esta forma, el Inti se ha convertido en un espacio de creación y evolución sonora trascendental. Casi como un acto revolucionario, la celebración estuvo marcada no por la revisión sus grandes clásicos, sino por tres ideas que desarrollaron durante todo el setlist, iniciado con la clásica Tarantella: el saludo a Violeta Parra por su centenario, interpretando Rin del angelito, Run run se fue pal norte, que sonó tan íntima como desgarradora con la instrumentalidad de las cuerdas que le dan; Miren como sonríen, con la pequeña ayuda de sus amigos Roberto Márquez y Congreso en pleno; Que pena siente el alma, en una versión en acordeón y donde el público cantó; y La exiliada del sur, que presentó unos problemas de acoples al inicio, solucionado rápidamente y que no restó a la percepción profundamente emotiva impregnada en la interpretación. Las otras canciones que conformaron el grueso del show fueron las de su último disco de estudio Teoría de Cuerdas (2014), trabajo en donde continúan elaborando la música de raíz latinoamericana. De ahí sonaron La desnudez de Mario Agüe, un son cubano del compositor Pedro Luis Ferrer, La pequeña Lima, La calle de la desilusión y Pie de cuecas, con el acordeón guiando y ofreciendo algunos pasajes en solitario. El tercer movimiento tuvo que ver con canciones que son parte habitual de su repertorio, pero de diversos autores, donde se destaca, cómo no, la presencia de Víctor Jara con El Arado, Charagua, y El Aparecido; además de Dolencias, del ecuatoriano Víctor Valencia Nieto, con la colaboración de Max Vivar de Villa Cariño en quena, la popular boliviana Señora chichera junto a Roberto Márquez, y El guarapo y la melcocha del cubano Eduardo Saborit. Sobre la calidad sonora e interpretativa de los inti sobre el escenario no hay mucho que agregar a estas alturas. Van pasándose de un instrumento a otro con una versatilidad que nunca dejará de sorprender, y que siempre será su marca registrada. Excelsos, siempre estarán un peldaño por sobre la fracción Histórica y hasta de los mismos Quilapayún, ambos grupos sobresaliendo en sus juegos corales y potencia de cada voz, el talón de Aquiles de este Inti. Sin embargo, ese punto bajo solo es en la comparativa entre gigantes, porque difícilmente se puede quedar indiferente ante la interpretación de Daniel Cantillana en el bolero Tú no te irás. Pero la fiesta del medio siglo tenía también invitados de alto calibre. En medio de su presentación, muy en la lógica de sus conciertos, entra Congreso en Miren cómo sonríen, para continuar en solitario con En horario estelar, mezclada, por supuesto, con El derecho de vivir en paz de Víctor Jara, y marcada hacia el final por un solo de percusión en cajón peruano de Raúl Aliaga realmente sorprendente. Siguieron con Ya no sueño, de su disco La Pichanga (con los antipoemas de Nicanor Parra), con Pancho Sazo dedicándola al SENAME. Premio de consuelo fue el estreno que presentaron los de Quilpué, ad portas de publicar nuevo disco, muy en sintonía con sus últimos trabajos, y que rescata versos del poeta mexicano Octavio Paz. Esta canción tiene un contrapunto en flauta pensando en los Inti que estaban lejos, contó Sazo antes de comenzar Vuelta y vuelta de aquel inmortal disco Terra Incógnita. Lo de Congreso siempre es una clase magistral, con su música de pasajes instrumentales vanguardistas, donde confluyen el rock progresivo, el jazz fusión, y el folklore latinoamericano, con momentos de improvisación y una potencia fulminante. Mundo al revés fue la antesala a la inmortal intro en percusiones de En todas las esquinas, que puso el fin de una presentación precisa, particularmente muy cómodos y rockeros. La banda volverá hacia el final, para tocar Sobre tu playa con los Inti y Max Vivar, y luego cerrar con La loca sin zapatos, ahí todos juntos. 17 músicos en escena para cerrar una noche de emociones, recuerdos y, sobre todo, música de primer nivel. Conmociona ver la vigencia de la agrupación, con músicos que pasan a veces más desapercibidos, como Juan Flores, quizás el mejor charanguista nacido en la patria. Público de todas las edades coreando, aplaudiendo, llorando, incluso. Por alguna razón (descoordinación de permisos por parte de producción, lo más probable), el show debía cerrar a medianoche, dejando muchas canciones que en el marco de la celebración debieron haber sonado. Difícil resumir 50 años en dos horas y media, con invitado de por medio, pero los Inti Illimani decidieron volver para una última canción. Si el subtitulo de este concierto era De pie, cantar, 50 años de andar, no podían despedirse sin tocar esa canción universal de protesta y resistencia como lo es El Pueblo Unido, (de Quilapayún, por cierto). Los puños izquierdos en alto despedían el aniversario. Con voz de gigante gritando adelante. César Tudela Tags #Inti-Illimani # Inti Illimani # Manuel Meriño Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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