King Crimson: asteroides e indisciplina en la corte del Rey Carmesí El monarca dejó su huella marcada a sangre en Santiago Lunes, 14 de Octubre de 2019 Domingo 13 de octubre de 2019, Movistar Arena, Santiago. La última parte del segundo concierto de King Crimson en Chile con versiones de ‘Starless’, ‘Indiscipline’, ‘In the Court of the Crimson King’ y ‘21st Century Schizoid Man’, quedará en la memoria como uno de los momentos más impactantes vistos en vivo alguna vez en el país. Palabras como perfección, potencia o calidad no son exactas ni del todo justas para describir una experiencia musical que escapa a cualquier descripción o clasificación reduccionista. Lo que hace la banda de Robert Fripp no es reproducir los temas de los discos tratando de sonar fidedigno a los moldes de estudio, sino que genera recreaciones, reinterpretaciones de canciones que abarcan décadas de historia, estilos diversos, formas de ver la música y de entender el progresivo como un punto de partida para un nuevo tipo de música que supera con creces las reglas y la sensibilidad de un sola tendencia. ¿Qué tiene que ver una balada de la elegancia de ‘Islands’ con una pieza de noise desatado como 'Level Five'? ¿Qué relación podría existir entre la matemática de ‘The ConstruKction of Light’ con la desesperanza melancólica de ‘Epitaph’? La respuesta es, por supuesto, lógica y muy simple: la institución del rock vanguardista llamada King Crimson. Antes de comenzar a hablar de la música y la variada lista de temas, se debe hacer hincapié en la sobria puesta en escena de la banda. No hubo juego de luces en ningún momento y en las pantallas dispuestas a los lados del escenario, solo se podía ver una toma fija que mostraba a toda la agrupación sin protagonismos. Un telón de fondo azul y una luz del mismo color que irradiaba sobre los siete instrumentistas, era todo el arte visual para la agrupación que solo en la interpretación de ‘Starless’, cambió a un color rojo intenso. En todo caso, la mera disposición de los músicos y sus instrumentos, convertía al escenario en una verdadera obra de arte. La música fue la protagonista absoluta de una noche, en la que el sonido fue perfecto: no demasiado fuerte pero muy definido, con cada instrumento y la voz sonando equilibrados y un volumen que, aunque no atronador, dejaba escuchar con holgura cada sonido, detalle e inflexión creada por la maquinaria crimsoniana. Minutos después de las 7 de la tarde, la banda subió al escenario, para comenzar con un ingenioso diálogo entre los tres bateristas que conforman esta encarnación de King Crimson. De derecha a izquierda desde el punto de vista de la audiencia: Gavin Harrison, Jeremy Stacey y Pat Matelotto. No fue una muestra de virtuosismo –eso vendría más adelante-, sino que una exhibición de cómo se complementa la tríada de percusionistas, dispuestos adelante del escenario en un nivel más bajo que el resto de la banda, que está arriba con Robert Fripp a la derecha, seguido de Jakko Jakszyk, Tony Levin y Mel Collins. Una formación ideal para pasearse por las distintas etapas de la agrupación, con integrantes de distintas épocas, entre los cuales, el más antiguo –sin contar a Fripp, obviamente-, es el flautista y saxofonista Collins. Tras la introducción, la banda comenzó el show con una versión cristalina de ‘The ConstruKction of Light’. Aquellas impecables conversaciones de guitarra que definen la composición, dieron paso a ‘Circus’ de “Lizard” (1970), el tercer disco de la agrupación. Stacey y Fripp eran los encargados de los teclados, en una interpretación bastante fiel a la original, que dio paso a una muy poderosa ejecución de la instrumental ‘Red’. Una pieza canónica del catálogo crimsoniano, que fue una especie de introducción para una de las canciones más esperadas de la noche: ‘Epitaph’ estuvo sublime, la profunda nostalgia de su melodía y su cadencia llenaban cada rincón del recinto. La voz de Jakszyk funcionó muy bien emulando la penetrante emotividad de la original cantada por Greg Lake; la guitarra de Fripp con ese punteo lamentoso y triste, los detalles de la percusión, etc., fueron tejiendo de manera elevada uno de los clásicos fundamentales aparecidos en “In the Court of the Crimson King” (1969), el primer disco de la agrupación del que, justamente, esta gira celebra los 50 años de su publicación. Tras otro intervalo de los bateristas que tocan en una interacción verdaderamente telepática, el público viajo a los primeros 80’s, con una versión inmejorable para el clásico ‘Frame by Frame’ del disco “Discipline” de 1981. La rapidísima sección guitarra de Fripp, era complementada con la percusión de Harrison. Como ya hemos dicho, cada canción fue interpretada con distintos arreglos, por ejemplo, en muchos casos, con Mel Collins recreando un solo de guitarra, Jakszyk acomodando las melodías vocales y Levin haciendo líneas de bajo distintas a las originales, sobre todo cuando era el turno de canciones que él no grabó como parte de la banda. Una muy visceral versión de ‘Elektrik’ fue la muestra del Crimson más ruidoso, experimental y desquiciado, contrastando de manera diametral con la melancolía y sutileza de ‘Moonchild’, en una adaptación de corta duración, pero que contó con un increíble solo de contrabajo de Levin y una sección de guitarra solista de Fripp, que se mezcló con elementos melódicos y armónicos de ‘Cadence and Cascade’. El fin de la primera parte del concierto, no podría haber sido mejor. ‘Larks' Tongues in Aspic, Part II’ fue ejecutada con pasión y fiereza, con los asistentes disfrutando al máximo una pieza que es sinónimo del mejor rock instrumental de todos los tiempos. Una composición angustiosa, que va subiendo y bajando en intensidad en todo momento y cuyo final, soltó la ansiedad de las personas presentes que se expresaron con gritos de emoción y alegría indescriptibles. Pese a esto, lo mejor aún estaría por venir. Tras el intermedio de exactos 20 minutos, la banda comenzó el segundo set nuevamente con una sección de percusión, para luego hacer una excelente versión del clásico rockero ‘Cat Food’ del álbum “In the Wake of Poseidon” de 1970. El jazz-rock ingenioso y lúdico de la pieza, contrastó con “Islands”, un tema de honda belleza, en la que el piano, la emocionante melodía vocal y las secciones en el viento, conforman una de las más hermosas de la obra musical de King Crimson. ‘Easy Money’ sonó poderosa, con Jakszyk desgarrado en la voz y una sección en las guitarras de Fripp y el mismo Jakszyk bastante distinta a la conocida en registros en vivo de los 70. ‘Level Five’ que es nada menos que ‘Larks' Tongues in Aspic, Part V’ es una pieza instrumental que se acerca al metal en su sonido, en extremo rockero y que sonó muy intensa. Como decíamos al principio, la emoción de desató en su máxima expresión en ‘Starless’, quizás una de las composiciones más relevantes de la historia del rock progresivo y, en general, de la música contemporánea. Fue una versión excelsa que, de la melancolía profunda de sus primeros minutos, fue subiendo y subiendo en potencia, hasta llegar a esa explosión musical, con Fripp haciendo un solo simplemente desgarrador. El final apoteósico, estoy seguro, puso la piel de gallina a la mayoría, algunos incluso llegando hasta las lágrimas. Fue una experiencia importante, inolvidable. Por algo, fue en la única canción de todo el set en la que el azul del escenario se tiñó de rojo. Pasado el trance, vino ‘Indiscipline’. La parte más impactante es el juego de percusión hecho entre los tres bateristas, que se iban turnando con partes imposibles. Al principio, cada uno tenía una sección de unos 30 segundos, pero a medida que avanzaba la pieza, cada uno tocaba, por ejemplo, un platillo, el otro dos, el otro una pasada por los tombs, etc. El manejo de Harrison con los platos es simplemente indescriptible. Luego, la pieza sigue su curso y revienta primero con un solo de Collins en el saxo y, después de la primera parte cantada –con una melodía muy distinta a la original de Belew-, un solo de Fripp ruidoso, angular, penetrante. Ya se sabía cuál sería el epílogo. ‘In the Court of the Crimson King’ fue apabullante. Una interpretación perfecta, con los siete instrumentistas aportando con cada detalle, sonido y melodía de esta pieza tan importante para la historia de la banda y del progresivo. El cierre con ‘21st Century Schizoid Man’ no podía ser distinto. Sonó en extremo potente pero al mismo tiempo definida. Jakszyk da la vida con la voz y la parte instrumental, luego de la sección obligada, tiene varios momentos para la improvisación, resaltando sobre todo el diálogo a dos guitarras. Luego, una sección de bajo, baterías y solos de viento, fueron una especie de introducción para que Fripp atacara con su guitarra y se volviera a la intrincada parte instrumental, ejemplo imponente de que King Crimson no tiene parangones de comparación entre sus contemporáneos. Fueron dos noches de lleno total, con 7.500 personas cada día. Todos ellos tuvieron la gran suerte –esto no es retórica, sino que verdad pura y dura- de presenciar uno de los espectáculos musicales más importantes de nuestro tiempo. 50 años de espera merecieron la pena. ¡Larga vida al Rey Carmesí! Héctor Aravena A. Foto: Roberto Arancibia. Foto del público: Tony Levin. Tags #King Crimson # Robert Fripp # KingCrimson Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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