Roger Waters: la banda de sonido de la humanidad El concierto más íntimo del ex Pink Floyd en Chile Domingo, 26 de Noviembre de 2023 This Is Not a Drill Tour Sábado 25 de noviembre, 2023 Estadio Monumental Galería de imágenes AQUÍ La quinta visita del ex Pink Floyd a Chile fue, sin duda, la más íntima y personal y, al mismo tiempo, pese a la impactante puesta en escena, la con menos pirotecnias e infraestructura, en relación a las dos anteriores. Sin embargo, bastaba que Waters se sentara al piano y empezara a cantar con la potencia de su voz en un sorprendente buen estado, para que esa cercanía y profundidad que produce su música, fuera suficiente para estar inmersos en una experiencia de radical emocionalidad. La existencia de cada una de las mujeres y de cada uno de los hombres en el mundo no es un simulacro y todo lo que hagamos ahora, tanto lo bueno, como lo malo, lo correcto y lo erróneo, tanto si nos perdemos como si nos encontramos, es en esta vida y nunca más. De este modo, la metáfora bélica que le da el nombre a la gira del compositor, tiene un sentido mucho más profundo y significativo. Va desde lo interno a lo externo, desde la experiencia personal como seres humanos, única e irrepetible, a la colectiva como miembros de una humanidad en la que las guerras, matanzas injustificadas, discriminación a las minorías y un largo etcétera, aún están presentes en el día al día. Por supuesto, que todos estas ideas políticas estuvieron muy presentes en el concierto, como el ya clásico chancho volador radiactivo con la consigna “You´re against the war right now”, en otras como “Resiste” y “No al fascismo” y, obviamente, en algunos discursos. No obstante, como decía, fueron los momentos en que, por ejemplo, en la pantalla se narraban recuerdos y conversaciones privadas de Waters con Syd Barrett o cuando al final, recordó con emoción a su hermano John fallecido hace poco o el amor de su esposa Kamilah, cuando se pudo apreciar a un Waters distinto, más cercano, más humano, más vulnerable, lo que hizo que este concierto tuviera otro cariz, otro sentimiento. El show comenzó cerca de las 21:20 horas con ‘Comfortably Numb’, en una interpretación en la que su fuerza radicó en la expresividad vocal de Waters sentado en una silla de ruedas personificando a Pink, pero que no tuvo los solos de guitarra, partes fundamentales de una canción tan relevante del catálogo floydiano y que, por supuesto, se extrañaron. La sección vocal de Gilmour tampoco tuvo un reemplazo en la voz de Jonathan Wilson, sino que fue hecha por las coristas Amanda Belair y Shanay Johnson, quienes también hicieron lo suyo en las partes del solo. ‘Another Brick in the Wall, Part 2’ unida a la ‘Part 3’, mostraron de manera impactante el sonido sólido de Waters y compañía en vivo: fuerte pero muy claro, en el que cada detalle que salía del escenario era percibido con una transparencia pasmosa. Luego fue el turno de tres temas políticos, de protesta, de resistencia y justicia: ‘The Powers That Be’, con Waters en la guitarra, es una canción rockera y directa en el sentido sonoro y lírico, mientras que ‘The Bravery of Being Out of Range’ con el protagonista en el piano es íntima y sensible. Antes de interpretarla se pudo ver en las pantallas —de una calidad de imagen de gran nitidez— al expresidente estadounidense Ronald Reagan dando un discurso chauvinista y a otros mandatarios, todos catalogados de genocidas. Finalmente, ‘The Bar’ fue otra muestra de ese Waters intenso en su canto, en su expresión, en su impronta como un artista de su peso y relevancia. De hecho, otra diferencia de este concierto con otros que hemos tenido la oportunidad de ver, es que casi todas las canciones fueron cantadas por el titular, solo con algunas intervenciones —muy pocas— de Wilson, quien es el reemplazante de Gilmour desde 2007, en piezas específicas. El show continuó con premura con temas fundamentales de la historia de Pink Floyd, partiendo por una buena versión de ‘Have a Cigar’, con Waters en guitarra asumiendo el rol vocal con desgarro y potencia, y la banda desplegando su energía y sabiduría instrumental. La infaltable ‘Wish You Were Here’ con todo el estadio coreando esa canción que dura cinco minutos, pero que, como alguien dijo, queda en el alma por la edad que cada uno tenga, fue la antesala para dos de los puntos más altos del concierto. ‘Shine On You Crazy Diamond (Parts VI-IX)’ sonó con un poderío sin igual, con los instrumentistas exhibiendo su calidad de una manera fehaciente e impactante: Jon Carin en teclados y guitarra, los guitarristas Dave Kilminster —quien además fue el encargado de la mayoría de los solos del recital— y el mencionado Jonathan Wilson, Gus Seyffert en bajo y guitarra, Seamus Blake en saxo, Robert Walter en teclados y Joey Waronker en batería. Si el esencial disco “Animals” de Pink Floyd estuvo representado por ‘Dogs’ en la anterior visita de Waters, en esta la elección no podría haber sido más acertada. Tras la salida de detrás del escenario de una oveja inflada gigante que se paseó entre la gente, comenzó una vehemente y pujante versión de ‘Sheep’. Waters cantaba la violenta sección vocal como si se le fuera la vida en ese instante y la banda sonaba furiosa y rockera hasta no poder. Tras el impacto de una interpretación inolvidable, llegó el intermedio, para que luego de minutos que pasaron como segundos, volviera la banda con una potente versión de ‘In the Flesh’ con Waters otra vez caracterizando al personaje de “The Wall” y recibiendo pinchazos de los enfermeros que lo despertaban y volvían a adormecer. ‘Run Like Hell’, por supuesto, no bajó la intensidad en una versión vigorosa y fue la antesala para un par de temas del excelente álbum solista de Waters, “Is This the Life We Really Want? de 2017: ‘Deja Vu’ y la homónima. Pero faltaba algo, por supuesto. “The Dark Side Of the Moon” estuvo presente con su Lado B íntegro. ‘Money’ sonó con una presencia sin igual; ‘Us and Them’ fue una experiencia sobrecogedora con Wilson en la voz principal, pero luego, en el coro, con Waters en armonía entregando una tremenda expresividad; la instrumental ‘Any Colour You Like’ estuvo a una altura gigante y ‘Brain Damage/Eclipse’, son piezas que estremecen y que, sin duda, fueron uno de los episodios más épicos del concierto. Gigantes versiones para recordar que estamos frente a un disco imprescindible de la historia del rock, quizás uno de los más importantes a todo nivel: artístico, sonoro, comercial, conceptual. Una de las sorpresas de la jornada y ya casi llegando al final del show, fue la interpretación de ‘Two Suns in the Sunset’, uno de los grandes temas de “The Final Cut”, el último disco en el que Waters participó en Pink Floyd y que habla de la bomba atómica. Con toda la banda en distintos instrumentos dispuesta alrededor del piano, la noche cerró con ‘The Bar (Reprise)’, en una versión más suave que la primera. Waters y compañía hicieron un salud con toda la audiencia, generando un sentimiento de hermandad, de que todos somos parte de una humanidad, en la que debemos luchar para que sea mejor cada día, lejos de una normatividad perversa que discrimina al distinto, que por territorios o religión es capaz de matar a sus semejantes, que concentra la riqueza mientras otros mueren de hambre o viven sin la mínima dignidad. Son tantos los estímulos multimediales que hay en los conciertos de Waters, que son imposibles de describir todos con detalle en una crónica, pero lo más relevante, es que quienes pudieron estar presentes en el concierto de ayer sábado, fueron testigos de una de las obras más importantes de la historia de la música y el rock contemporáneo y pudieron ver a uno de sus exponentes primordiales que, a sus 80 años, se mantiene con una vitalidad y claridad mental que impresiona. En la temporalidad, fueron 2 horas 40 minutos de música, pero en la memoria, serán décadas de una experiencia imborrable para uno y cada uno de quienes tuvieron la suerte de estar ahí. Héctor Aravena A. Fotos: Luciano Candia Tags #Roger Waters #This Is Not a Drill #Pink Floyd Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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