In Flames

I, The Mask

Viernes, 01 de Marzo de 2019

2019. Nuclear Blast

Quizá no hay ninguna otra banda que represente tanto la transformación de la escuela de Göteborg como In Flames. Hace tiempo que su cambio estilístico desató la polémica en una porción de fanáticos que decidieron darles la espalda cuando apostaron por lo comercial. Las cotas altísimas de reconocimiento que obtuvieron gracias a “Colony” (1999) dividieron las aguas para siempre y veinte años después de aquel hito, “I, The Mask” (2019) aparece para derrumbar las expectativas de aquellos que quieren verlos nuevamente en los terrenos de antaño, ya que los europeos volvieron con un larga duración que está un escalón por sobre el anterior “Battles” (2016), pero todavía queda cojo cuando se trata de hacerle justicia a la imponente carrera de uno de los exponentes más importantes del death metal melódico forjado en Suecia.

Siendo justos, sería imposible confrontar la reciente entrega de In Flames con lo que hicieron durante su primera etapa porque a estas alturas ya son grupos distintos. Lo más acertado es dilucidar cómo estos doce cortes se desenvuelven en comparación con lo que han hecho en esta última década y, en ese sentido, hay algunas lecciones aprendidas. La agresividad de los riffs en las introducciones de ‘Call My Name’, ‘I Am Above’ y sobretodo en la titular ‘I, The Mask’ hacen explotar los sentidos mediante la gran labor de Björn Gelotte y Niclas Engelin, quienes rinden pleitesía a sus raíces salvajes, lo que por momentos pone en duda la concepción de que se volvieron más livianos. De hecho, la apertura con ‘Voices’ es bastante sólida y destaca uno de los mejores atributos del LP: el sonido. Claro, difícil fallar con un equipo que incluye a Howard Benson (Motörhead, Papa Roach, Sepultura) en la producción, Chris Lord-Alge (Deftones, Chris Cornell) en la mezcla y Ted Jensen (Muse, Machine Head) en el mastering, un trabajo pulcro que se nota especialmente cuando lo acústico y lo eléctrico se mezclan en ‘Follow Me’, lo que permite apreciar los frutos de las clases de canto que tomó Anders Fridén durante el proceso.

Sin embargo, los problemas aparecen en la medianía de la tabla. El coro de niños en ‘(This Is Our) House’ es estrafalario y no aporta nada al desarrollo de la canción, el excelente riff de ‘We Will Remember’ se va al tarro de la basura cuando lo transforman en otro intento por sonar más amigables e ‘In This Life’ sobrepasa los límites de lo meloso cuando Fridén exagera los recursos vocales. La potencia de ‘Burn’ y ‘Deep Inside’ enrielan un poco el tren y aceleran nuevamente las pulsaciones solo para dejar caer al oyente en el final comandado por ‘All The Pain’, otra muestra de que pretenden alcanzar desesperadamente a bandas de sonido más procesado, y ‘Stay With Me’, una power ballad con todas las de la ley que es interesante y además exhibe una llamativa guitarra acústica con tintes latinos en su rítmica. Con todo, la escucha deja un extraño sabor de boca, especialmente en lo que se refiere a la forma de componer, porque se nota que apuntan al gancho descuidando transiciones que podrían darle un cuerpo mucho más robusto al resultado y da la sensación de que In Flames solo está repitiendo una fórmula explotada por millones de otras agrupaciones antes que ellos.

Los cambios en favor de un sonido más comercial no son intrínsecamente malos. Siempre es positivo que los músicos se exijan para llegar tan lejos como puedan, pero es difícil acompañar transformaciones que aportan poco y nada. A pesar de que tiene algunos puntos altos y buenas intenciones, este decimotercer registro no devolverá los días de gloria. Preocupa que una banda tan importante como In Flames facture un larga duración que no crece, ya que la sobrecarga de coros al más puro estilo del metalcore de los 2000 los hace ver desfasados, teniendo tantos caminos a disposición para alcanzar el máximo de sus capacidades. Así las cosas, ‘I, The Mask’ es otro disco que mantiene la polarización y no tiene la intención de recuperar a los románticos de días pasados.

Pablo Cerda