Ulver Flowers of Evil Martes, 15 de Septiembre de 2020 2020. House of Mythology De todas las bandas que evolucionaron desde los circuitos del metal extremo, Ulver es quizá la que más apoyo ha tenido, tanto de la prensa especializada como de los fanáticos. ¿Cuales son las claves para lograr una consolidación que solo admita elogios? Sinceridad, progresión y expansividad. Estos no son conceptos vacíos cuando hablamos de los noruegos y, ciertamente, tampoco es una receta que todos los grupos puedan encontrar en la farmacia de la esquina. La cofradía de Kristoffer Rygg tiene una capacidad innata para que cada material de su autoría sea distinto, es como subirse a un vehículo sin saber a dónde vamos a parar. Por más cliché que parezca, la magia de Ulver está en el viaje, no en el destino. En el caso de “Flowers of Evil” (2020), el trayecto parte desde el punto en el que nos dejó “The Assassination of Julius Caesar” (2017), pero, luego, sigue avanzando en su propio riel. Donde su predecesor era experimental, dramático y etéreo, este décimo segundo registro es más enfocado, compacto y concreto. ‘Russian Doll’ y ‘Little Boy’ proponen un estilo convencional de composición, usando una estructura de verso-coro-verso que refuerza las melodías y permite que cada canción brille por sí sola. La teatralidad disminuye en favor de la efectividad, lo que no significa en ningún caso una baja en la calidad, al contrario, la precisión instrumental y el preciosismo lírico siguen ahí, incluso en el mismo tono apocalíptico que Kristoffer Rygg y los suyos han venido explotando en estos años. Los fuegos que consumieron a Roma en el predecesor, ahora hacen arder las iglesias en ‘One Last Dance’, un corte elegante, misterioso y tenso que clama por el fin de los tiempos de manera menos abstracta, todo envuelto en un halo de pop que cuenta con la colaboración de un viejo amigo: Christian Fennesz. Por su parte, ‘Apocalypse 1993’ revela ganchos infecciosos que corren mano a mano con un coro de alto vuelo abordando los calamitosos eventos del Waco, Texas, en el que la secta de los davidianos, una rama escindida de la Iglesia Adventista del Séptimo día, sucumbió ante el asedio provocado por el Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos en una redada por presunta presencia ilegal de armas. El incendio en el que murieron 76 miembros de la secta y 4 policías durante el tiroteo es contado a través de una rítmica alucinante en la batería y unos teclados exquisitos que tejen redes con el synth pop ochentero, pero siempre de manera sobria. A simple vista, es fácil apuntar a que las referencias inmediatas de “Flowers of Evil” (2020) están arraigadas en la obra de Depeche Mode o incluso de Tears For Fears. Si bien, algunas de esas fragancias se huelen en los coros femeninos de ‘Nostalgia’, una escucha profunda de ‘A Thousand Cuts’ y sobretodo de ‘Hour of the Wolf’ advierte más cercanía con el eclecticismo nocturno del Dead Can Dance del siglo XXI, lo que los pone en la órbita de los trabajos que estos próceres están desarrollando en la actualidad. La mejor evidencia de ello es ‘Machine Guns and Peacock Feathers’, que con su línea melódica alucinante, su beat disco irresistible y la sutil línea de guitarra envolvente tocan la fibra correcta para dejarla rondando en la mente del auditor. La forma en que ocupan el groove sintético recuerda mucho a lo que hizo Steven Wilson en ciertas zonas de “To The Bone” (2017). O sea, Ulver logra traducir el lenguaje de los 80 sin un romanticismo exacerbado y usa un glosario propio que Michael Rendall (The Orb) y el legendario productor Martin “Youth” Glover supieron emplear a la perfección para llevarlo al siguiente nivel en un producto que no deja indiferente por su delicadeza, gracia y personalidad. Para aumentar la experiencia de esta nueva aventura discográfica, el combo europeo también pone a disposición del público “Wolves Evolve: The Ulver Story”, un libro de 336 páginas que recorre los más de 25 años de carrera de la banda, no solo un material sabroso para sus fanáticos completistas, sino también un ítem que hace reflexionar sobre el camino que Kristoffer Rygg ha transitado para tomar el lugar que hoy ocupa como uno de los nombres más importantes cuando hablamos de evolución musical. Adentrarse en su discografía no es un ejercicio sencillo, ya que cada una de sus placas es un evento en sí mismo. Quizá “Flowers of Evil” (2020) es un disco que requiere más de una vuelta para comprenderlo a cabalidad, pero definitivamente es un gran punto de partida para revisar un catálogo alucinante que siempre está lleno de sorpresas. Ulver es como un lobo hambriento que explora incansablemente los bosques sónicos en búsqueda de una nueva presa. Como en su caso la magia está en el viaje y no en el destino, pareciera ser que cada travesía lo hace más sabio. Pablo Cerda Tags #Ulver # Ulver # Kristoffer Rygg Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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