Nirvana: desde las orillas fangosas Martes, 15 de Junio de 2021 Para tocar las altas bóvedas del estrellato musical, Nirvana sentó su impulso con un grito desesperado, crudo, directo a la yugular y sin escalas. “Bleach” fue lanzado hace 30 años y parece obtener justicia en una discografía tan sucinta como impermeable al paso del tiempo. El mundo del rock no sería el mismo sin “Nevermind”. Aquel riff inicial de ‘Smells Like Teen Spirit’ apabulló a toda una generación, expectante de algo nuevo -aunque pocos eran capaces de explicar qué-. Sus autores llegaron al cielo, encontrando de paso la dicotomía de disfrutar la fama, pero cediendo ante la presión de aquella. Sin embargo, debemos reconocer que aunque se trata de su obra más redonda e influyente, Nirvana no sería tal sin “Bleach”, su debut. No es su mejor disco, pero se podría apostar a que es el más importante. Si no te importa, me gustaría aspirar “Estábamos tensos. No parecía que fuese un concierto de verdad. Nos sentíamos como si nos fuesen a juzgar; como si el público en cualquier momento fuese a sacar del bolsillo unas cartulinas del 1 al 10 para calificarnos”. De esa forma resumía Kurt Cobain los sentimientos de su banda aquella noche de abril de 1988. Y no era para menos. Se trataba del primer concierto de Nirvana en Seattle. Fuertemente identificados con aquella gris ciudad del norte de Estados Unidos, la verdad es que la banda no se formó ahí. Ni siquiera sus protagonistas: Cobain nació en Aberdeen; el espigado Krist Novoselic nació en California. Pero aquella velada sí era importante. “Teníamos mucha presión”, recuerda el bajista. Visto lo ocurrido, las preocupaciones tenían un sustento evidente, pues entre el público se encontraba Jonathan Poneman, una de las mentes de Sub Pop, el sello que poco a poco se encargó de albergar a toda una escena que solo estaba esperando el cambio de década para expandir sus esquirlas sonoras. Cuando firmaron por la casa discográfica, más que un trato fue una forma de legitimarse. “Cuando el clima es horrendo, lo mejor es aislarse de la penumbra y escribir algunas canciones”, expresó Jack Endino en “Sonic Highways”, el documental que Dave Grohl -otro protagonista de la historia de Nirvana, pero que aparece años después- realizó para HBO, quizás intentando explicar la irrupción de tantos grupos notables que luego serían etiquetados como grunge. El estrecho de Puget, en cuyo alrededor están las ciudades de Seattle, Olympia y Tacoma, corona una zona rodeada de agua, montañas, bosques, con veranos cortos e inviernos lluviosos y temperaturas muy bajas. Si a ello le sumamos la crisis desatada por la reducción de personal y funciones de la compañía Boeing que funcionaba en la localidad cercana de Everett, las cosas en la región no eran muy auspiciosas a inicios de los 80. Con pocas oportunidades y perspectivas, los jóvenes encontraron en la música un escape para la fría temperatura y el “nada qué hacer”. Todo eso impactó profundamente a Kurt Donald Cobain. Todos quienes lo conocieron antes de convertirse en un referente mundial del rock lo describen como alguien muy tímido y sensible, con una adolescencia conflictiva -producto de la separación de los padres-, encontró en el arte el camino de expresión. Amaba el dibujo, y creaba historietas de forma constante. Intentó ir a una escuela de arte, pero supo desde el primer momento que la iniciativa no tendría un resultado positivo, pues “yo sabía que no quería hacer arte. Yo quería estar en una banda”. Su proyecto Fecal Matter abrió las puertas de su creatividad, pero faltaba el gran paso. Ese llegó en 1988, tras aquel primer show en Seattle, que no tuvo nada de memorable -”A mí me decepcionaron un poco, ya que la maqueta me había parecido increíble”, apuntó Dawn Anderson, director de un fanzine de Seattle llamado “Backlash”-, ya al frente de Nirvana, con el single ‘Love Buzz’ y la perspectiva de grabar un disco. “Sabían exactamente qué querían hacer”, dijo Jack Endino hace algunos años sobre la disposición del grupo en el estudio. Una constante en aquellos años fue la posición del baterista. Al momento de “Bleach”, Chad Channing era el cuarto músico que ocupaba dicha función, pero la ética de trabajo era muy rigurosa, principalmente, “porque el dinero para el estudio no era mucho”. Una entrevista muy reveladora fue la realizada por Krist Novoselic a su ex compañero, en que mezclan diversas opiniones técnicas con impresiones personales. En el caso de Channing, era su primera vez en un estudio. “En general, a pesar de las dificultades para colocar la batería debido al modo en que estaba instalada, nos escuchamos y recuerdo las sonrisas… He tenido discos durante toda mi vida, ¡y ahora tenía uno en que yo participaba!”, recordó. Para el bajista, su canción favorita era ‘Blew’, con un aire muy heavy debido a un accidente: su instrumento fue afinado una nota más baja, agarrando una viscosidad impresionante. La música constituía un encuentro ecléctico. En Nirvana se respiraban y disfrutaban desde The Beatles a Black Sabbath, desde el college rock de R.E.M. a lo perentorio de expresarse que reclamaba el punk y hardcore, que tocaron de forma especial a Cobain, aunque años más tarde. “La primera canción punk que escuché fue ‘Damage II’ de Black Flag”, dijo en algún momento. Novoselic tenía entre sus gustos a Iron Maiden y Scorpions. Por eso en el registro conviven ‘About a Girl’ -con la sombra del pop de los 60 en la mente de su compositor-, la machacante ‘Mr. Moustache’, que ya revelaba su conciencia contra el machismo, una constante durante toda su corta carrera; la densidad de ‘Paper Cuts’ respira la impronta de The Melvins, gracias a la batería de Dale Crover, que quedó en la edición final. Eran melodías fangosas, pesadas, determinantes. Inquieto, fan de la literatura y poesía desde edad temprana, Cobain descansaba sus aptitudes de compositor en lecturas a Bukowski, Samuel Beckett y William Burroughs. Sobre el último -a quien conoció tiempo después- comentó “Me siento muy cerca de su escritura. La primera vez que utilizó el cut-up, en los años 40, fue totalmente revolucionario”. Quedó deslumbrado por la técnica que influyó a gente como Thom Yorke, uniéndose a un culto integrado por Patti Smith, Jimmy Page, David Bowie y otros ilustres de la música. Soy un tipo raro y negativo El alcance de Nirvana llegó a todo el mundo gracias a “Nevermind”, por lo que las canciones de “Bleach” llegaron de forma posterior a lugares como Chile. En los 90, en medio de la burbuja entregada por el avance económico, gracias a la teoría del chorreo que terminó a fines de la misma década; y la decepción de un sector por la política “en la medida de lo posible” hacia los integrantes de la saliente dictadura militar, la música sirvió como un solar para muchos, y la música de Kurt Cobain y sus compañeros encontró suelo fértil. “Encontré el Bleach en la colección de advance cassettes de los hermanos Mujica -de la revista Extravagnza!-. Me llamó la atención inmediatamente por su sonido más crudo y pesado”, recuerda Samuel Maquieira, todo un adolescente en aquella época. “Según yo era el segundo disco y pensé ‘Qué buena la volá en que se fueron estos weones, no sintieron la obligación de continuar con el estilo de su primer disco”, declara por su parte Cler Canifrú, ejemplificando el atraso de “Bleach” tanto en disquerías como en radios, incluso con ‘About a Girl’, con su versión del “MTV Unplugged in New York” rivalizando con la original, aunque exista entre ambos más de cuatro años de distancia. A pesar de que no compite con impacto a las obras posteriores de Nirvana, “Bleach” es valorado por ambos músicos nacionales. La autora de “Agénesis” rescata la fortaleza y la sensación de amateurismo, de compromiso por la música que reinaba en la escena de Seattle. “Cuando las canciones son tan buenas, brillan por sí solas, independiente de si está bien o mal grabado, si los instrumentos eran caros o no, si se contrató a un mega super productor o no, si se gastó una millonada ridícula en el disco en cuestión. Finalmente, todo eso da lo mismo cuando las canciones son tan geniales”, apunta. Por otra parte, el miembro de The Ganjas y Yajaira analiza lo rápido que todo eso se vio envuelto en el mainstream. “Creo que en un principio fue bueno el gran reventón del que pudieron emerger muchas bandas buenísimas del underground de principios de los 90 que sin ese ‘hype’ nunca hubieran podido grabar discos y tener algo de buena difusión, con los sellos discográficos firmando bandas a granel. Pero luego se fue todo al carajo, como siempre con la codicia habitual del show bussines”. No tengo nada para ti: Jack Endino, la opinión de un protagonista El presupuesto y tiempo existente para grabar “Bleach” fue escaso -alrededor de 600 dólares para 30 horas, pagados por Jason Everman, el guitarrista que no pulsó una nota de su guitarra pero que de igual forma fue incluido en los créditos-, alimentando el espíritu punk de que “menos es más”, aplicando un sentido de urgencia a las obsesiones que Cobain barruntaba en su interior. Sub Pop esperaba un EP, no un trabajo completo. Ya se contaba con ‘Love Buzz’ -original del grupo holandés Shocking Blue- y otras canciones que estaban en carpeta se hicieron en 1988 con Dale Crover de los Melvins en la batería (como ‘Floyd the Barber’). Jack Endino fue un protagonista indispensable tras su rol en la producción. Su rol es legendario, pues su nombre no solo figura en los créditos del debut de Nirvana, sino que obras de otros ilustres: Mudhoney, Soundgarden, Screaming Trees, The Afghan Whigs, L7, Babes in Toyland, Hazel, y un etcétera igual de envidiable. Contactado vía mail por Rockaxis, treinta años después de los hechos, Endino no está obnubilado por lo ocurrido en la escena Seattle. No se ha perdido en las innumerables capas de mitos forjados alrededor. De todas formas, admite que “Es difícil para mí decir CUALQUIER COSA sobre Bleach después de todos estos años. Fue un buen disco de rock, por una muy buena banda que se convirtió en una gran banda”. Humildemente, manifiesta no recordar mucho de las sesiones, pero se alegra de que “suene tan bien como lo hace, ya que solo pasamos unas 30 horas grabándolo”. Contra todo lo que podamos pensar hoy en día, en conversaciones anteriores ha declarado que “Bleach” no fue una revolución, alcanzando un estatus una vez que la popularidad de sus creadores se disparó. “Era solo otro disco indie en mi discografía. Mudhoney ya lo había hecho bastante mejor en ese momento. Por entonces la gente me conocía como el tipo que grabó Touch Me I’m Sick”, dijo en una ocasión. Con la distancia que da los 30 años de su lanzamiento, Jack Endino aterriza su aportación tanto a “Bleach” como a todo lo que significó la llamada corriente grunge. Deja entrever que en su enfoque lo más importante fue -y es- la música. Incluso, se encarga de recomendar a algunas bandas de Seattle, como Derelicts, Year of the Cobra -nos pide tomar atención a su próximo lanzamiento-, Cutthroat Brothers, Giants in the Trees -de Krist Novoselic- y MKB Ultra, integrada por él mismo. ¿Hablar de un legado? “Es difícil para mí decirlo. Pero espero que los discos que hice en esos años puedan recordarle a las personas cómo puede sonar una verdadera banda de rock. Estaba tratando de captar la sensación de nuestra escena musical local, y el sonido. Y creo que lo logré”. Jean Parraguez Tags #Nirvana #Kurt Cobain #Jack Endino #Cler Canifrú #Sam Maquieira # Samuel Maquieira #Krist Novoselic Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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