Los 100 discos de la década 2010-2019: Parte VI Con David Bowie, Kuervos del Sur, Camila Moreno, Arctic Monkeys, QOTSA y más Lunes, 22 de Junio de 2020 Finalizamos la revisión de nuestra lista con los 100 mejores discos de la década 2010-2019. En esta tercera tanda, el equipo Rockaxis destaca varias obras, desde Foo Fighters a Rush, pasando por Congreso, Tame Impala, Faith No More, Daft Punk, Tool y Congreso, entre otras. Escriben en este especial: Juan Pablo Andrews (J.P.A.), Pablo Cerda (P.C.), Bastián Fernández (B.F.), Emilio Garrido (E.G.), Felipe Godoy (F.G.), Luciano González (L.G.), Jean Parraguez (J.P.), Cristofer Rodríguez (C.R.), Fernanda Schell (F.S.) y César Tudela (C.T.). A continuación, la selección entre los puestos 10 al 01. Revisa la parte I aquí. Revisa la parte II aquí. Revisa la parte III aquí. Revisa la parte IV aquí. Revisa la parte V aquí. 10. "Diamond Eyes" (Deftones, 2010) Un disco que nació a raíz de circunstancias trágicas. En 2008, cuando la banda pensaba lanzar su sexto disco, que titularían “Eros”, un accidente de tránsito de su bajista Chi Cheng los obligó a posponer esa idea. El conjunto argumentó que aquel álbum no representaba lo que ellos eran en ese momento. Cheng se encontraba sumido en un coma, debatiéndose entre la vida y la muerte, hasta que finalmente su corazón dejó de latir en 2013. “Eros” se pospuso de forma indefinida y pasaron a grabar otro disco, con otro nombre, otra vibra y con el ex bajista de Quicksand, Sergio Vega. Así nació “Diamond Eyes”, una obra lúgubre, apesadumbrada y densa. Muchas veces recuerda a “White Pony” (2000), aquella obra cumbre del conjunto de Sacramento, donde desarticularon el aggro metal con una niebla oscura no vista hasta ese minuto, más cercanos a Radiohead que a Korn. El disco es atravesado por un halo de nostalgia, incluso en los momentos más duros, donde Chino Moreno encuentra sus clímax vocales. El riff de ‘You've seen the butcher’ es un obra maestra de las guitarras espesas. Claustrofóbica, sin necesidad de mostrar virtuosismo innecesario, Stephen Carpenter enseña cómo sus simples líneas en las cuerdas se transforman en un tren oscuro cuando comulgan con la melancolía vocal de Chino Moreno. El sacudón de ritmos complejo, tan propio de esta banda, vuelve con ‘Rocket skates’, que luego desemboca en la reflexiva ‘Sextape’. El disco se despide con nostalgia, con ‘This place is dead’. “Diamond eyes” exuda madurez, buen gusto e inspiración, convirtiéndose en uno de los mejores registros del conjunto. Uno de los bonitos discos que nos dejó la década pasada. (J.P.A.) 09. "El vuelo del Pillán" (Kuervos del Sur, 2016) Cuando la industria discográfica multinacional entró en una crisis que la hizo prácticamente desaparecer a inicios del milenio, hubo algunos artistas que lograron rearticularse con más rapidez que otros, entendiendo los códigos de la independencia y la autogestión. La generación del nuevo pop chileno es el ejemplo de libro, aunque los rockeros también hicieron lo suyo a través de etiquetas como Algo Records o CFA. Siendo ajenos a esas cofradías, Kuervos del Sur comenzó su trabajo sigiloso en 2007, coronándolo con la edición de “El Vuelo del Pillán” nueve años después, el disco de rock chileno más aplaudido de la década. Ganó premios Pulsar –“Mejor artista rock” y “Mejor arte para un disco”- pero, sobre todo, acumuló un número generoso de seguidores que se sumaron a una fanaticada que los sigue con fervor donde se presenten. “El Vuelo del Pillán” consolidó el sonido propio de los Kuervos, convirtiéndolos en los que lograron actualizar el rock fusión de Congreso y Los Jaivas, y acercarlo a las nuevas generaciones a través de un lenguaje musical moderno, más familiar para la generación que seguía a Pearl Jam y al grunge en general. Sublimes composiciones como ‘Los cometas’, ‘Cenizas’ y la emocionante ‘Enredadera’, tienen como denominador común la épica y el coro de estadio. Pese a no haber editado un LP de canciones originales en siete años, la clave estuvo en el trabajo subterfugio, profesional y constante, que logró construir una comunidad similar a la de otros números similares, tal como hiciera Weichafe en la década pasada. No obstante, Kuervos del Sur es una banda que asimiló rápidamente y desde un principio los códigos del trabajo independiente, ya sin los traumas y la desorientación de esa generación que vio caer al modelo corporativo, que por un momento pareció ser la única vía posible. Este disco permitió que los Kuervos se convirtieran, sin aviso y con pocas escalas, en la banda nacional de rock clásico más relevante de la década. (F.G.) 08. "13" (Black Sabbath, 2013) Cuando Henry Rollins acuñó la frase “sólo puedes confiar en ti mismo y en los seis primeros discos de Black Sabbath”, seguramente nunca pensó que la segunda década del siglo XXI vería nacer otro registro que encarna de manera tan certera ese espíritu. De la fórmula sabbathica han nacido estilos completos y bandas que no se molestan en quitarle una coma a lo trazado por el cuarteto de Birmingham en los 70, pero ver cómo sus verdaderos cultores toman el cetro y dejan sentir su peso con tanta propiedad, le da un valor agregado a la experiencia. Probablemente, los más críticos encontrarán poco interesante el ejercicio retromaniaco aconsejado por Rick Rubin o que la ausencia de Bill Ward es una falta ineludible, pero la verdad es que el tridente conformado por Ozzy Osbourne, Tony Iommy y Geezer Butler es una entidad tan poderosa, que todas las dudas se disipan desde la partida del tritono en ‘End of the beginning’. Es Sabbath al 100%, a veces tenebroso, otras lento y, por sobre todo, pesado, mérito también de un Brad Wilk (Rage Against the Machine, Audioslave) que supo ponerse al servicio de sus maestros y salió airoso. Es verdad que el último disco de los ingleses no le hace sombra a ninguno de sus primeros seis registros en términos de originalidad y pueden haber reparos con la producción del polémico Rubin en cuanto a la calidad del sonido, pero el poder del veneno sabbathico está presente y bajo ningún punto de vista atenta contra la majestuosidad de su legado. Con la banda fuera de las pistas, “13” queda como el gran testimonio de que Black Sabbath es más que una banda, es una actitud sónica que trasciende todo tipo de fronteras temporales. (P.C.) 07. "Panal" (Camila Moreno, 2012) Aunque “Pangea” es su proyecto más reciente, viendo cómo avanzó la carrera de Camila Moreno se puede acusar que su incubación comenzó hace mucho antes. Más concretamente, con “Panal”. Lo ha expresado en más de una ocasión: lanzado a fines del 2012, lo considera su real primer disco –siendo verdaderamente el tercero–, desarrollándose en una etapa de cambios. Siendo injustamente encasillada en los terrenos del folk y la trova, la artista nacional se asumió en un ámbito más amplio y dio rienda suelta a sus pilares sonoros. En este disco descubre la influencia de Violeta Parra, Radiohead y Björk, siempre presentes en ella. La densidad que en sus trabajos anteriores se plasmaban en la explícita expresividad de las letras, aquí se trasuntan en las atmósferas, en el severo beat de ‘Incendié’ y la melancolía ineluctable que emiten sus canciones. El piano de ‘Te quise’ es un bálsamo entre ese mar de tristeza, mientras que la herida en ‘Raptado’ y ‘Caer’ es abierta. La épica catártica de ‘Yo enterré mis muertos en tierra’ es un pase a la veta más cercana a la naturaleza, lo mismo que ‘Ya no tengo cuidado’ podría enlazar con el feminismo que dominaría “Mala Madre” (2015) y toda su obra posterior. “Panal” es el inicio de una transformación cuyas consecuencias están en plena formación. Las presencias invitadas de Andrea Echeverri (Aterciopelados) y Trey Spruance –con antecedentes en Mr. Bungle, John Zorn, Faith No More y Secret Chiefs– solo refuerzan lo siguiente: no será el mejor disco de la nacional, pero sí el más importante, pues posibilitó todo lo que vino después. (J.P.) 06. "Is This the Life We Really Want?" (Roger Waters, 2017) Como ha ocurrido desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, la obra de Roger Waters constituye un soundtrack fundamental de grandes hitos de la historia, como la que vivimos hoy. O acaso, en el marco del momento actual no sólo en Chile sino que a nivel mundial, ¿no resulta inquietante el título de su última placa en estudio? Han pasado casi tres años de su lanzamiento y, evidentemente, la respuesta negativa ante la interrogante ha crecido en intensidad. Y eso es precisamente lo que sucede con el trabajo de Waters: crece con el tiempo, y este álbum no es la excepción. Claro, no se trata de una creación con mayores riesgos, donde las referencias al sonido de Pink Floyd son permanentes (con ‘Smell the roses’ como uno de los mejores ejemplos, citando a ‘Have a cigar’). Pero la ausencia del factor sorpresa en un primer momento se diluye por la calidad de las composiciones, en cuanto a letra y música. Un elemento importante es cómo estas canciones adquieren una nueva dimensión en vivo, donde se perciben distintas a sus versiones de estudio. En última presentación de Waters en Chile, por ejemplo, algunos de los momentos más sublimes se vivieron en ‘The last refugee’ (gran cita a la batería de ‘Five years’ de David Bowie) y ‘Déjà Vu’. Por esto, no resulta antojadizo citar a “Is This the Life We Really Want?” como uno de los trabajos más importantes y representativos de la década: Waters regresó demostrando que su integridad artística está intacta y, más allá de las opiniones diversas que nos puedan generar sus declaraciones, en el terreno musical no hay mayor discusión sobre sus creaciones y las reflexiones que motiva. Tanto, que a tres años del lanzamiento del disco, esa pregunta que lanzó de manera para nada inocente inocente, sigue sonando fuerte… y cada vez, con más aristas por abordar. (E.G.) 05. "Royal Blood" (Royal Blood, 2014) ¿Se puede dejar de lado la guitarra, ese símbolo venerado casi de forma sexual por más de 50 años, para iniciar un grupo de rock que se transforme en la nueva revolución? En 2014, el bajista y cantante Mike Kerr y el baterista Ben Thatcher revelaron una propuesta que hizo plantearse esta interrogante, cuando sacudieron al mundo del rock con su disco debut, en una suerte de dueto minimalista, donde el bajo y la batería remecieron los cimientos del estilo devolviéndolo a su estado más rústico. Con un bajo de cuatro cuerdas adaptado en su amplificación y con el reforzamiento de pedales que suenan como si se tratase de una guitarra estruendosa y fornida, los ingleses fueron capaces de hacer olvidar aquel imaginario donde Jimmy Page o Jimi Hendrix son los dioses únicos del rock, imitados hasta decir basta. El conjunto lanzó un muy destacado disco solo un año después de que el grupo realizara su primer concierto, y dio esperanzas a lo que la década necesitaba del género: nuevos nombres, originalidad y fuerza. Diez canciones oscuras con reminiscencias a Queens of the Stone Age, Muse y Arctic Monkeys, donde las melodías vocales de Kerr contrastan con la pesadez de los ritmos del dúo. Por otro lado, el juego de decrescendo-crescendo hace que los temas sean infalibles. El disco abre con una tripleta musculosa: ‘Out of the black’, ‘Come on over’ y ‘Figure it out’, todas con aroma a clásico de la nueva época. Pese a la fortaleza de las canciones, la elegancia y onda inglesa se percibe en cada rincón del disco, que no decae en ningún momento. “Son solo dos chicos. Pensé que lo había visto todo cuando Cream tenía tres muchachos", dijo el popular presentador Howard Stern en 2015 cuando los tuvo en su popular programa de radio. “Realmente saben rockear”, aseguró. Ante la pregunta que inicia este texto, la respuesta no puede ser otra: ¡Sin duda que sí! De lo mejor de la década en el género. (J.P.A.) 04. "Firepower" (Judas Priest, 2018) Decir que “Firepower” es el mejor disco de Judas Priest desde “Painkiller” (1991) no es cualquier cosa. La afirmación no es mera pirotecnia ni entusiasmo desbordado de la prensa musical, ya que el álbum fue ampliamente celebrado y se transformó en un suceso mayúsculo en el intenso recorrido de la agrupación inglesa. Ejerciendo un total dominio de sus facultades, llevaron su sonido clásico al siguiente nivel con canciones amoldadas a sus patrones, pero con un aire contemporáneo que los hace coexistir en igualdad de condiciones con cualquier banda actual, tarea que los productores Tom Allon y Andy Sneap cumplieron a cabalidad. A pesar de que Sneap tomaría su lugar en las seis cuerdas tras su partida a causa del parkinson, el histórico Glenn Tipton no se va sin antes plasmar su poderío junto a su compañero de labores Richie Faulkner y la corpulenta base rítmica integrada por el baterista Scott Travis y el bajista Ian Hill. Durante el siglo XXI, el pecado mortal de Judas Priest era la inconsistencia. “Angel of Retribution” (2005) probó ser un sólido regreso del Metal God a las filas de la banda, pero ni “Nostradamus” (2008) ni “Redeemer of Souls” (2015) mostraron tanta contundencia como sí lo hizo “Firepower” (2018). Cada eje de su sonido está cubierto, desde el speed metal en la homónima ‘Firepower’ o ‘Lighting strike’, pasando por el hard rock en ‘Flame tower’, ‘Evil never dies’ o ‘No surrender’, y el heavy clásico de ‘Necromancer’ y ‘Traitors gate’, hasta los medios tiempos de ‘Guardians’ y ‘Rising from ruins’. Incluso se atreven con texturas más densas en ‘Lone wolf’, ‘Spectre’ y ‘Children of the sun’, todo bajo la guía de un Rob Halford de versatilidad descollante. Tiene las canciones, tiene el sonido y tiene la garra para necesaria para atrapar a seguidores de todas las generaciones. Acero británico en estado puro. (P.C.) 03. "AM" (Arctic Monkeys, 2013) En 2013, las guitarras estaban relegadas a segundo plano en el mainstream musical. Andar por la vida con jopo y chaqueta de cuero no era precisamente la moda. Pero desde Inglaterra, llegó Arctic Monkeys a decir que acá no hay ningún funeral al que asistir, porque los riffs están más vivos que nunca. En junio de aquel año liberaron el primer single del que sería su nuevo disco, ‘Do I wanna know?’, una bomba que desató la histeria y devoción por los británicos. La canción es irresistible, erótica, sencilla, delicada e imposible de ignorar. Desde los primeros segundos atrapa con su riff y nos muestra a Alex Turner como un “Elvis moderno”, algo que ya había adelantado en “Suck It and See” (2010). El joven artista ya no era ese adolescente tímido que hablaba sobre cómo se vería la chica que le gusta en la pista de baile. Ahora ya no lo pensaba ni menos lo imaginaba, simplemente la tomaba de la mano y le proponía ser uno al son de la música. La canción fue todo un éxito: llegó rápidamente al n°1 en los charts británicos y logró lo impensado: los jóvenes comenzaron nuevamente a interesarse en el rock. Tras la publicación de ‘Why'd you only call me when you're high’, que mezcla una base de trip-hop y suaves líneas de guitarras, conquistó a esa novel audiencia que en esos momentos estaba escuchando música urbana. Cuando publicaron “AM”, el álbum arrasó en el Reino Unido. Rápidamente llegó al tope de las listas y en EE.UU. se quedó con la sexta posición, algo que jamás habían logrado. Con este disco redefinieron el rock moderno, mezclando la potencia de los riffs de Black Sabbath –a quienes referenciaron con ‘Arabella’ cuando modificaron un poco la línea principal de ‘War Pigs’–, le pusieron cuotas de rap, algo de sensualidad y mucho gel. Lo que hizo Arctic Monkeys no fue solamente revivir un género que, en ese momento y como tantas veces en la historia se creyó extinto, sino que le entregaron lo que más necesitaba en ese momento: juventud. Y cumplieron con el voto de confianza que se les entregó en 2006 al ser indicados como la última gran banda de rock. “AM” es la afirmación que sí fueron capaces de llevar ese peso en sus hombros y cumplir con las expectativas. (B.F.) 02. "...Like Clockwork" (Queens of the Stone Age, 2013) Queens of the Stone Age fue la banda que mantuvo con vida al rock noventero de guitarras corpulentas durante la década pasada, inclinada hacia el revival ochentero que privilegiaba las texturas y riffs más rítmicos, o derechamente hacia la deconstrucción del estilo. Sus cinco primeros discos ofrecían un rock desfachatado y hedonista, que invitaba a gozar los placeres de la vida tal como sugería el más cliché de los manuales del rocanrol, pero con la agudeza e ironía propia de los más puntudos del college rock estadounidense. Pues bien, todo ese modelo se vino abajo con “…Like Clockwork”, el álbum en donde por primera vez Josh Homme compuso desde la tristeza, bordeando la depresión luego de pasar por un delicado estado de salud. Si en la década pasada el ex Kyuss fue el símbolo de la renovación del rockstar, manteniendo actitud de macho alfa sin necesidad de salir a tocar con el torso desnudo, acá se muestra vulnerable, le enrostra dedicatorias a quienes lo dejaron solo en los tiempos difíciles (‘Fairweather friends’), compone excelentes power ballads al piano como ‘The vampyre of time and memory’ o el tema homónimo, y deja de lado las guitarras gruesas del stoner para entregar irresistibles texturas rítmicas como ‘If I had a tail’. Como es habitual, la banda se rodeó de nuevos e improbables colaboradores para llevar adelante la tarea, como Elton John, Trent Reznor, Alex Turner, y algunos retornos que no vimos venir como Nick Oliveri (a quien Homme despidió de la banda en 2004 pero, según declaró, siguieron siendo amigos a solo par de semanas del altercado), y el ocupado Dave Grohl en batería. Luego de un par de buenos álbumes que generaron opiniones más divididas, “…Like Clockwork” se las arregló para gustarle a todo el mundo, mostrando al mundo un QOTSA de espíritu renovado, que logró sobrevivir a su década dorada. (F.G.) 01. "Blackstar" (David Bowie, 2016) 8 de enero de 2016. David Bowie publicaba sin mucho aspaviento su vigésimo quinto disco de estudio, “Blackstar” –que en realidad, se desprendía de la palabra para usar más bien el ícono: ?– el mismo día que cumplía 69 años. 48 horas después, cuando aún estabamos deslumbrándonos con este regalo, los medios anunciaron su muerte. Nadie sabía que estaba gravemente enfermo: fue un secreto guardado con fidelidad por su círculo íntimo. El impacto fue brutal. Sin embargo, todo lo que pasó, cada detalle, fue milimétricamente planeado por él, asumiendo el rol de su último alter ego en vida, el Lázaro. Seguramente, no sabía con exactitud cuando iba a dejar este plano, aunque sabía que sería pronto (padecía de un fulminante cáncer de hígado), por lo que proyectó su final con proverbial maestría, cerrando la puerta a sus espaldas sin golpear, alejándose –otra vez– de este planeta moribundo. En otras palabras, convirtió su propia muerte en una obra de arte. Bowie fue un explorador infatigable de lo nuevo y lo único. Hizo todo sin prejuicios mirando siempre hacia adelante con un talento deslumbrante y una afabilidad reconocida por todos. “Blackstar” no es más que otra prueba de ello. Su réquiem –o epitafio– lo componen siete canciones de crípticas letras llenas de mensajes de despedida y carga dramática, reforzadas con videoclips de enigmática oscuridad, y una musicalidad única que llevó lo realizado en “The Next Day” (2013) al siguiente nivel: una búsqueda experimental con retazos de pop barroco, jazz, trip-hop, funk, drum’n’bass y electróncia ambient que va tomando ciertos elementos del pasado (de la trilogía de Berlin y su periplo noventero) que se amoldan a patrones rítmicos irregulares y armonías inestables afines a las disonancias. Entre esa polirritmia salpicada de programaciones, teclados, marcadas percusiones, texturas guitarreras y un saxo de tranco sincopado, emerge la voz de Bowie, su misma mística voz de siempre: la de ese crooner perfecto, capaz de expresar con igual impronta el romance y la locura. Porque su voz siempre sonó próxima, sedosa y profunda a la vez; trémula pero convincente, etérea y siempre ilícita. Tony Visconti, su fiel amigo y productor del disco, lo declaró: “sus performances vocales eran siempre deslumbrantes”. En estas canciones en particular, el color fantasmal, ominoso y onírico que alcanzó fue por un minucioso tratamiento de doblaje retocado con un efecto llamado ADT, el detalle que terminó de darle a “Blackstar” su brilo final. El mejor disco de la década es una obra que seduce, conmueve y se admira en un sentido inesperado cada vez que se escucha, porque contiene canciones que van revelando los últimos secretos del artista pop más importante del siglo XX. Con ?, Bowie se las ingenió para ser una luz más allá de la muerte. “Mira aquí arriba, estoy en el cielo”. (C.T.) Tags #100 discos de la década # Deftones # Kuervos del Sur, Camila Moreno # David Bowie # Judas Priest # Black Sabbath # Queens of the Stone Age # QOTSA # Roger Waters # Royal Blood # Arctic Monkeys Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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