Soda Stereo: Nada más dulce que el deseo en cadenas "Canción animal", clásico latinoamericano Miércoles, 07 de Agosto de 2024 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis206, agosto de 2020) El quinto disco de Soda Stereo terminó la tarea de hacer del grupo argentino el nombre más importante de lo que alguna vez fue conocido como rock latino, llevándolos a una posición que pocos artistas han alcanzado en esta parte del mundo. A tres décadas de su lanzamiento, desmenuzamos los interiores de uno de los álbumes fundamentales de la música en español. Por Cristofer Rodríguez 1989 fue un año caótico en la República Argentina, que sintetizó el espíritu de una década marcada por los vaivenes y contrastes del autoritarismo, la democracia, la derrota y los triunfos morales (y no tanto) de la nación vecina. El rock del otro lado de la cordillera dio ciertas luces del agotamiento de la transición democrática de un país que no levantaba cabeza, caía en hiperinflación, pobreza y delincuencia, mientras continuaba en su porfía de mostrarse como el epicentro cosmopolita del cono sur. Algo de eso ya había en ‘La rubia tarada’ y ‘Los viejos vinagres’ de Sumo. También en cómo Fito Páez retrató tan bien a la sociedad trasandina en la mordaz ‘Ciudad de pobres corazones’ y Soda Stereo en ‘La ciudad de la furia’, acusando la vulnerabilidad tras el espejo del progreso que se despedía del barbárico siglo XX. También fue un año complicado para la banda liderada por Gustavo Cerati. O al menos de transformación. Entonces el trío finaliza una doble gira por todo el continente con fecha de inicio en julio de 1988 y que, con una pausa de siete meses, proyectaba su término para marzo de 1990. Una actividad exigente en un contexto en que el mundo político y económico mundial daban pasos agigantados hacia nuevos horizontes, a la vez que la música popular dejaba los ochenta atrás, abriendo espacio a nuevos sonidos, menos pretenciosos y más enérgicos, originados en los circuitos underground de Estados Unidos e Inglaterra. Cerati y sus compañeros rondaban los 30 años, entraban a la adultez plena y la necesidad de parar crecía en ellos y sus círculos, lo que afectó personalmente al compositor cuando su novia Paola Antonucci sufrió la pérdida de su embarazo en el verano de 1990. Al terminar esa gira, Gus se encierra en su hogar familiar en Av. Alcorta, Buenos Aires. Tres meses después, junto a Zeta Bosio (bajo) y Charly Alberti (batería), ingresan a los Criteria Studios de Miami a grabar su quinto disco. Así, el 7 de agosto del primer año de la década sale a la venta “Canción Animal”. La nave vuelve a partir En el refugio de su hogar, Cerati vuelve a escuchar los álbumes clásicos del rock argentino que evocaban recuerdos de su adolescencia. Pincha los álbumes de Vox Dei, Pescado Rabioso e incluso realiza una visita a Gustavo Santaolalla en Los Ángeles buscando instrucción sobre el sonido clásico de los años 70. También vuelve a Led Zeppelin y Yes. La omnipresencia de los padres fundadores está en los incendiarios solos de guitarra de ‘Un millón de años luz’, el rasgueo de acordes abiertos de ‘(En) el séptimo día’ y en el reposo de ‘Té para tres’, de corte spinettiano y que retrata una escena familiar de Gustavo y sus padres tomando té mientras conversan del probable resultado negativo de los exámenes médicos del papá. Zeta también deseaba un sonido más directo y volver a escuchar a Soda como una banda de rock primal, para lo que renueva su arsenal instrumental, inaugurando la era del Rickebacker que le asegura un sonido más sucio y corpulento como el de ‘Sueles dejarme solo’. Estos elementos y encontrarse en la puerta de entrada de la onda grunge, supone para muchos críticos que el disco se adelanta al imperio de la distorsión que gobierna al rock a partir de 1991. Uno de ellos es el músico e investigador Cristóbal González, de los pocos estudiosos del fenómeno del rock latino en Chile y que vivió el impacto de “Canción Animal” en carne propia cuando asistió a dos conciertos de aquella gira. «Con “Canción Animal” pagan su deuda con sus primeras influencias y se reconocen herederos del sonido setentero, vuelven un poco a Spinetta, pero también a Led Zeppelin. Curiosamente eso adelanta al grunge y empiezan a sonar guitarreros antes que en Latinoamérica nos enteráramos de Nirvana y Pearl Jam», cuenta. Sobre esto, Juan Morris, autor del libro “Cerati: la biografía”, nos comenta que el líder de la banda siempre fue un gran melómano, «donde iba compraba discos». Además agrega que «así como de Borges se dice que era tan buen escritor como lector, con Gustavo pasaba lo mismo, por eso siempre estaba a la vanguardia, por eso ese disco suena tan en tiempo presente. Eso explica también lo que luego hizo en “Dynamo” (1992) y en “Sueño Stereo” (1995)». Daniel Melero como músico invitado responde también al alejamiento de la pista de baile de “Nada Personal” (1985) y los ritmos funkys de “Doble Vida” (1988). La relación Cerati/Melero comenzó un año antes, en la colaboración que Gustavo hizo para “Conga” (1988), el álbum debut de Melero en una canción titulada, curiosamente, ‘Música lenta’, de nombre muy similar al principal hit del disco de Soda, ‘De música ligera’. Sin embargo, toma su nombre definitivo de una caja de discos que tenían los papás de Cerati, de nombre “Clásicos ligeros de todos los tiempos”. Para la época de “Canción Animal”, el triángulo paralelo Melero/Cerati/Antonucci era una cofradía de exploración estética lúdica y mucho más libre que las concepciones más tradicionales que Gustavo compartía con sus compañeros Zeta y Charly. De este núcleo saldría la canción homónima, ‘Canción animal’, encargada por Cerati a Melero para que retrate su relación con Paola. El músico también sería coautor de ‘Hombre al agua’ y ‘Cae el sol’. El regreso a lo elemental, el hogar y la adolescencia iban de la mano. También las drogas alucinógenas, la cada vez más estrecha relación de Cerati con Melero, las tensiones propias de la edad que generaban diferencias entre la banda y su círculo cercano, los clásicos del rock argentino que se dejan permear por las máquinas juveniles de bandas británicas como Squeeze y el erotismo común en las letras del líder, más pulcro y maduro. Todos estos mundos finalmente retratados en la portada a través de la pareja de leones copulando, la veleta y el tensegrid. «El rock latino acababa de alumbrar su primer disco clásico», señala Morris. Come de mí Una lectura probable sobre “Canción Animal” es que representa la madurez de una generación. Al regresar la democracia en Argentina, muchas bandas tomaron como decisión explotar zonas lúdicas de la composición y renegar del perfil serio de los grupos progresivos de los años setenta. Efectivamente, “Canción Animal” abrió la década de los noventa con un fenómeno de masas sin precedentes hasta la fecha, pero no puede ser disociado de una generación completa que asumió una misión similar, con álbumes como “Volumen 5” de Los Fabulosos Cadillacs y “Tercer Mundo” de Fito Páez, lanzados el mismo año, emblemas de que los raros peinados nuevos ya estaban añejos y había que mirar al futuro. Había que crecer. «No es un disco de ruptura en el rock argentino, pero si es un disco de cambio para la banda, el disco que permitió saber que Soda podía seguir recreándose a sí mismo, un cambio dentro del cambio. Soda es una banda que estaba destinada a una continua evolución y “Canción Animal” es una mejora a todas luces. Que arrancaran los noventa con ese disco era el mejor de los vaticinios», afirma Sergio Marchi, periodista y crítico argentino. Sobre esto, Juan Morris complementa: «más que un disco bisagra en el rock argentino que supone el paso de una época a otra, es un disco bisagra en la carrera de Gustavo que lo termina de cristalizar como artista. El mapa de los discos de Soda es el mapa de la evolución de Gustavo, que en “Canción Animal” termina de quebrar su coraza y sale un talento que ni él sabía que tenía adentro». Esa mirada de Cerati hacia dentro se expresa, muy notoriamente, a través de la sexualidad latente de las letras. Tampoco era una novedad. Ya ‘Persiana americana’ y ‘Juegos de seducción’ dieron rienda a su imaginativa erógena, a veces cuestionable y siempre al filo de lo moral, pero es en “Canción Animal” que la temática asume un lugar central en la semántica del disco, presente desde su portada (censurada en México) a las imágenes que describen cuero, piel, metal, carmín y charol adornando la relación sexual. Sergio Marchi se refiere a esto: «es una vuelta a la naturaleza propia, desde el sonido y desde sus motivaciones. Mirá esa frase, “hipnotismo de un flagelo, dulce, tan dulce”. Es un disco medio pervertido, Gustavo explora mucho esa cosa más kinky del amor, la turbulencia, “el sí, pero no”, con una caligrafía divina, exquisita». Por su parte, Morris refuerza esta idea diciendo que las letras de “Canción Animal” «están muy atravesadas por su romance con Paola, que era vestuarista del grupo y los acompañaba mucho. Ellos tenían un amor muy dramático, de pelearse y no verse más y luego pasar a la pasión máxima. Un amor entre tóxico y apasionado, que retrata la vida en su departamento donde tomaban ácidos, compraban figuras de planetas y galaxias para decorar la casa. De hecho, le pide a Melero que escriba ‘Canción animal’ para describir su relación de pareja, porque a él le interesaba cómo los podían ver». La lectura de Cristóbal González es un poco más personal. «Tenía 14 años cuando salió, en la etapa de la adolescencia, de mi despertar sexual. Salió junto con “Corazones” de Los Prisioneros, ambos discos muy calentones, que despertaban lo erógeno y sensaciones en quienes éramos jóvenes y queríamos empezar a experimentar esas vivencias. Tengo recuerdos de carretes en Venezuela escuchando el disco, en una fiesta muy buena, media perversilla, rockera, vertiginosa». Al calor de las masas Consolidación estética, de letras y también como fenómeno de masas. Como producto, “Canción Animal” disipó las dudas que algunos críticos continuaban ejerciendo sobre Soda como banda liviana y escapista (pese a tener en su currículum álbumes con profundidad suficiente para separarse de aquel prejuicio, como el celebrado “Signos” de 1986). Sin embargo, la consagración definitiva exigía conquistar al público y mantener la “sodamanía” desatada desde “Nada Personal”. La historia es conocida. Soda fue llamado a convertirse en la banda más importante del rock latino y con “Canción Animal” terminan por consolidar esa posición, dejando pocos espacios para cuestionar la afirmación. Basta reconocer el enorme lugar que ‘De música ligera’ continúa teniendo en el imaginario de la música popular latinoamericana (y mundial, sino pregúntenle a Chris Martin). Un disco que se convirtió en un “grandes éxitos” instantáneo y los llevó de gira por casi todos los países del continente y España, con un punto de máxima amplitud en el mega recital en la Av. 9 de Julio de Buenos Aires en diciembre de 1991, frente a 250 mil personas. La Gira Animal no pasó por Chile, debiendo conformarse el público local con visitas a estelares de televisión. 1990, el año del retorno a la democracia, era una época de música en inglés y en que el fenómeno del rock latino se mantenía como un recuerdo que dejó de cosechar éxitos. Pero los programas de videoclips ceden frente a un álbum que iba a contracorriente, incluso en el hostil medio nacional. Testigo directo del fenómeno fue Jorge Aedo, conductor del programa Sábado Taquilla de TVN. «La gente pedía ese álbum con cartas y llamados telefónicos. ‘Un millón de años luz’ fue la que estuvo más tiempo en el ranking en la tele. En la radio se coló Soda en esa época donde se ponía más música anglo. Yo trabajaba en la Tiempo y estaba en casi todos los horarios. No sé por qué no vinieron a Chile. Eso tal vez explica que nuestros recuerdos de Soda sean de su primera etapa por las imágenes del Festival de Viña y luego cuando Cerati se viene a vivir a Chile en los noventa, pero no de la época “Canción Animal”, siendo que fue tremendo éxito». Andrea Tessa hacía lo propio en Más Música, el espacio de Canal 13, quien recuerda: «cuando ocurre una cosa así, con tanto éxito, la banda pasa a una categoría extraordinaria, y ahora con Gustavo muerto y sin haber posibilidades de reunión, queda confirmado que son aún más una leyenda y que no ha surgido nada como ellos. Eran musicalmente muy buenos, visualmente muy atractivos, me encantaban. Yo era bien anglo porque viví en Estados Unidos, pero Soda me hizo mirar para el lado». Ambos conductores tuvieron la oportunidad de entrevistarlos en la cúspide de su fama y confirman lo que se trasluce en todas las biografías de Gustavo Cerati y Soda Stereo: eran chicos sencillos, abrumados por las luces del espectáculo y que necesitaban distanciarse de la imagen de ídolos. «Fuimos a Buenos Aires a entrevistar a Soda en su estudio en 1991, eran súper sencillos. Todas las veces que compartí con ellos los vi como una banda cercana», recuerda Aedo. «Lo lúdico que eran, muy simpáticos, muy histriónicos», destaca Tessa. Un disco transversal en su impacto con el público, inmortalizado al calor de las masas y que no desaparecerá de nuestro inconsciente mientras siga existiendo la música pop como la conocemos. Algo que sostiene Marchi invitando a estudiar su efecto en la música en español en los últimos 30 años. «’De música ligera’ es una canción muy sencilla. No sé si el álbum influyó directamente, como sí hizo “Dynamo” con otras bandas, pero que muchos jóvenes agarraron la guitarra, aprendieron ‘De música ligera’ y luego formaron una banda es un hecho, en Argentina y todo el continente y seguirá pasando». Morris, desde sus recuerdos personales, confirma la tesis. “«Tenía siete años cuando salió y creo que crecer en Argentina significó estar expuesto de una manera inconsciente a las canciones del disco. ‘De música ligera’ es de esas canciones con las que uno crece en Argentina, forma parte de la banda de sonido del país y de Latinoamérica. Un clásico instantáneo». Un disco eterno. Tags #Soda Stereo #Canción animal #Gustavo Cerati #Charly Alberti #Zeta Bosio #Daniel Melero #Cristóbal González #Juan Morris #Sergio Marchi #Jorge Aedo #Andrea Tessa Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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