Queensrÿche Empire Domingo, 20 de Agosto de 2023 1990. EMI Encasillar a Queensrÿche simplemente como “heavy metal” es una estupidez sin nombre. Tan imperdonable como quedarse en que son la banda de “Operation: Mindcrime” y nada más. Es cierto, tal vez su música no sea tan fácil de enganchar como los mejores singles de Iron Maiden, Judas Priest o Dio, pero me atrevería a decir que sus mejores discos (“Operation: Mindcrime”, “Empire”) son tan obligatorios para un fan del hard rock como lo es un “Somewhere in Time”, un “Painkiller” o un “Holy Diver”. Y digo hard rock, y no heavy metal, porque el legado de Queensrÿche no merece barreras ni condicionamientos. Hay que escucharlo y dejarse impresionar. Nada más. Quienes han seguido la carrera de estos oriundos de Seattle (tal vez desde antes que yo, debo confesar mi llegada tardía a esta tribu) ya se sabrán de memoria aquel discurso de que uno de los mayores méritos de “Empire” es cómo se desmarca de su antecesor y todo eso. Bueno, habrá que repetirlo, una vez más, porque he ahí el primer mérito de esta placa. Tiene también, a diferencia de buena parte de los discos de heavy metal (a lo largo de toda la historia), canciones innegablemente radiales, pero que no por ello dejan de ser tremendas composiciones. Y a medida que recorramos el disco, veremos pequeños detalles que también suman para hacer de “Empire” una colosal muestra de hard rock. Es curioso que este LP date de 1990. Porque precisamente muestra muchos elementos que serían grito y plata en el metal de los noventas, pero no pierde su raíz ochentera. ‘Best I Can’ es eso: el sonido de la década anterior procesado como nunca por el quinteto. Pero enseña con gran éxito también el lado progresivo de Queensrÿche, que nunca es tan pronunciado, que no te va a cansar, ni siquiera te va a confundir, pero es evidente que está ahí. ‘Best I Can’ combina todo eso, teclados a-la-Rush, un riff descomunal, coros masivos (sí, con voces femeninas incluidas) que contagian energía, y presenta de inmediato un sonido tremendamente sólido y pulido. Espectacular comienzo. La fina producción a cargo de Peter Collins (con James Barton como partner de lujo en las perillas) no pudo ser más ajustada a los requerimientos del álbum. Muchos le critican lo poco guitarrero que es “Empire”, pero hay que reconocer que casi no hay riffs tan filosos y desafiantes como lo es, por ejemplo, el de ‘Spreading the Desease’ en “Mindcrime”. Los cambios de ritmo son constantes, ninguna de estas 11 composiciones termina del mismo modo como empieza, y mucho de aquel mérito está en la batería de Scott Rockenfield y el omnipresente bajo de Eddie Jackson, que posee un inusual protagonismo. Y hay que destacarlos a ambos, pues los vaivenes rítmicos enriquecen los temas, y por lo general todos se quedan en la excelente dupla que conforman Wilton y DeGarmo en guitarras, o la fenomenal guitarra de Geoff Tate. Todo este párrafo alcanza mucha más coherencia si escuchan ‘The Thin Line’ de fondo, donde notarán el sonido cristalino de las guitarras, que llama la atención, al mismo tiempo que se intercala con guitarras acústicas, mientras busca el momento exacto para explotar. De ‘Jet City Woman’ hay tanto que decir, que este espacio se hace poco. Qué auténtica joya. Qué comienzo increíble que tiene, qué perfecto el trabajo de Tate. Qué apocalíptico estallido de Wilton y DeGarmo, previo a un coro auténticamente inolvidable. Pero además, dentro de lo que es “Empire”, ‘Jet City Woman’ es una especie de pivote. Todos recuerdan la balada que aparece más adelante, ‘Silent Lucidity’, la cual parece el cliché romántico a ojos de quienes o ven superficialmente. Pero ésta sí que es una canción de amor, rockera hasta los huesos, pero es como el “efecto Rata Blanca”: exquisito metal romanticón. Y el amor se repetirá en más de algún tema del disco. Pero, lo que tampoco quiero dejar pasar, es que esta oda a la mujer de Seattle, partiendo por su título, le da una dimensión totalmente distinta a lo que pensábamos de “Empire” cuando empezamos a escucharlo: pese a la supuesta grandilocuencia sonora, o la inmensidad que puede aparentar el título de la placa, este es un álbum mucho más “urbano”, por no decir “ciudadano”, que lo que cualquiera pensaría. Es una conclusión personal, pero que creo que por momentos (sobre todo la primera parte del disco) puede funcionar. Ya la conexión de ‘Jet City Woman’ con la 100% prog ‘Della Brown’ la hacen unos ruidos de ciudad, paradas de taxis, aviones. Quizás no está el concepto lírico que primaba en “Mindcrime”, pero musicalmente sí se siente una cohesión y una unión entre los temas. No es fácil de lograr, sobre todo con lo nebulosa de ‘Della Brown’. Otra vez, guitarras bien nítidas, en medio de la neblina y el frío que la dupla Rockenfield-Jackson construyen soberbiamente. Los trabajos floydianos de Wilton y DeGarmo (solos incluidos) terminan desvaneciéndose en el mar… literalmente. Las olas, la lluvia y los relámpagos dan la bienvenida a ‘Another Rainy Night’, que tiene probablemente el riff más ochentero de todo el disco, y nuevamente apela al romanticismo como inspiración. Temazo, ultra-ganchero. Tanto como el comienzo a todo dar de ‘Empire’, un tema, sí, anti-imperialista, que su temática sale de lo “ciudadano”, pero no de manera tan lejana. Y, en lo musical, es distinta a todo el resto del álbum, jugada, con harto efecto en las voces, guitarras más ruidosas, pero nuevamente con un ritmo especial, distintivo. Y el solo, perfecto. Gran jugada, atrevida interpretación, resultado 10 puntos. La fuerza de ‘Resistance’ es un bombazo, porque seguramente posee más energía desatada que lo que hasta ahora habíamos escuchado en “Empire”. Y como el anochecer de un día agitado, llega ‘Silent Lucidity’, LA balada de Queensryche. Y qué maravillosa. No estoy de acuerdo con quienes la miran en menos con el argumento de que es una balada fácil de vender o cosas por el estilo. Por el contrario, no creo que sea tan instantánea, salvo la emotiva guitarra acústica que dirige las emociones a lo largo del tema. No hay un coro de esos casi automáticos. Es más, el famoso coro llega recién a los 2 minutos y tanto, cuando ya han entrado cuerdas, y el cielo llora con esta historia que, parece ser, la de un padre que ya no está con su hija, pero que le dice que seguirá por siempre acompañándola. ‘Hand of Heart’ retoma donde ‘Resistance’ había dejado los ánimos. Otro bueno riff, pero acá sí hay más intenciones de rockear duro. Y se logra, aunque el coro me parece, dentro de todo el disco, lo menos inspirado que puedo encontrar en 1 hora de música. Tampoco me voy a echar a morir. Menos si inmediatamente aparece la notable ‘One and Only’, donde las guitarras siguen reclamando su protagonismo y Geoff Tate hace gala de su garganta con una naturalidad que abruma. El hombre sabe que tiene un don, pero en este disco no lo explota como muchos dirían que debería, pero todo esto en pos de las canciones, que indudablemente salen enriquecidas con lo diversa de la presentación de Tate, canción a canción. El broche de oro, y realmente lo es, lleva por nombre el, otra vez, floydiano nombre ‘Anybody Listening’, que descoloca con sus matices, su atmósfera, y obviamente, su fuerza. Otra vez, la veta progresiva sin ser llevada al límite, sino que incorporada como un recurso más para construir una canción casi perfecta, que sube y baja, y que cuando está arriba, te revienta la cabeza, y cuando baja, te pone los pelos de punta. Finalmente, todo muere, de nuevo, en el mar, eterno acompañante de la lluviosa Seattle. Por fortuna, tengo que decirlo, he tenido la oportunidad de conocer Seattle calle a calle. Y uno puede sentir que ‘Jet City Woman’ está pensada en la ciudad; que la neblina de ‘Della Brown’ es de alguna fría calle al mismo tiempo que la historia de la protagonista sopla en el viento; que la lluvia de ‘Another Rainy Night’ es sólo el telón de fondo de otra anónima historia de amor; que la grandeza de ‘Anybody Listening’ surge de la soledad (o aislamiento) de la que se sufre en la cuna del grunge y que hace explotar a su gente; o incluso que la inicial ‘Best I Can’ está ambientada, así como ‘Anybody Listening’, en esos fríos pavimentos ensombrecidos por las grandes autopistas que pasan por arriba e iluminados con el reflejo del puerto y su actividad. Lo más probable es que no haya sido pensado así, pero darle una nueva dimensión a un álbum que ya es multi-dimensional me parece un bonito juego. Sea como sea, las 11 canciones de “Empire” tienen todas vida propia, que se contagia, que conquista, y que además te sorprenden. Quizás no sea perfecto como “Operation: Mindcrime”, pero “Empire” está más cerca de ser un clásico universal y transversal para todo el mundo del rock que cualquier otro al que le hayan colgado la chapa de “heavy metal” del 90 a la fecha. Así de patudo. Juan Ignacio Cornejo K. Tags #Queensrÿche # Queensryche # Queensryche # Geoff Tate # GeoffTate # Chris DeGarmo # Peter Collins # Michael Kamen # Michael Wilton # Eddie Jackson # Scott Rockenfield Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. Ultimos Contenidos Rock Noticias Concurso: The Legend of Zelda en formato sinfónico Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Noticias Música Clásica en un Estacionamiento Subterráneo Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Noticias Concurso: Wardruna por primera vez en Chile Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Clásicos U2 Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Discos The Dead Daisies Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Noticias The Offspring regresaría a Sudamérica en 2025 Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Noticias The Plot in You presenta nuevo single: 'Pretend' Jueves, 03 de Octubre de 2024 Rock Clásicos The Police Jueves, 03 de Octubre de 2024