Gonzalo Frías: En una galaxia cercana Domingo, 05 de Enero de 2020 (Contenido aparecido originalmente en revista #Rockaxis199) El fanatismo por Star Wars que profesa Gonzalo Frías –el “Pelao Pi” como cariñosamente lo llaman sus fanáticos–, es algo que él mismo ha mostrado públicamente y, de alguna forma, documentado a través de su trinchera de ya dos décadas: su querido 7° Vicio. Pero, ¿de dónde viene ese fervor por el universo creado por George Lucas hace ya más de 40 años y que fue la puerta de entrada a su “adicción” por el cine? La respuesta la encontramos en una íntima conversación que nos lleva de viaje a una galaxia muy, pero muy cercana: al imaginario de un niño que creció en el litoral central. César Tudela Colaboración: David Vásquez Tan solo horas separaron la junta para realizar esta entrevista con un planificado viaje a Brasil que Gonzalo Frías tenía en su agenda. Un viaje entre trabajo y placer, como la historia misma que puede contar de sus últimos 20 años, tiempo en el que ha capitaneado el buque insignia de los cinéfilos locales: el 7° Vicio, a estas alturas, uno de los programas televisivos de culto de nuestra pantalla chica. En ese mismo espacio, Frías ha volcado su vida, contando sus sueños, anhelos y miedos, a través de cortometrajes, películas, animaciones, documentales y hasta video clips (algunos de propia factura). En estos días, se prepara para iniciar dos viajes que tienen mucho en común: un cambio de casa que lo tiene armando cajas para irse de Puente Alto a Santo Domingo, y hacia el final de la saga fílmica que lo marcó desde niño y que, de alguna forma, determinó su destino. En sus propias palabras: «Star Wars es lo que me ha rayado durante todos los pasajes de mi vida», se confiesa. El universo que partió en 1977, cambió el mundo del cine en el mismo año que el punk lo hacía en la música popular. Sólo años más tarde, cambió también la visión de Gonzalo, un entonces niño oriundo de Las Cruces cuyo sentido de pertenencia al litoral, así como los rumbos que ha tenido su vida y sus decisiones personales, las puede analogar con el universo creado por George Lucas. Ese niño que hoy es un hombre, comunicador y padre, que ve el futuro en animaciones como Gravity Falls. - Entiendo que tu viaje es para cubrir la Comic Con de Sao Paulo, donde se mostrarán los primeros avances de El Ascenso de Skywalker???. El sueño del pibe. - Puede ser la pega soñada, pero al mismo tiempo me lo tomo enserio. Para recién tener placer, tengo que hacer el trabajo como quiero hacerlo, muy apasionadamente, como me caracteriza, tratando de darle un giro fresco. Me gusta estudiarlo todo, y sobre eso encontrar mi forma personal de ver lo que estoy pasando. Pero para eso, primero tengo que pasar por el primer peldaño, porque claramente no soy el que más sé, ni he buscado ser el que más sabe. Como soy muy inquieto, suelo estar metido como en diez cosas al mismo tiempo, y todas esas cosas van sumando a una forma mía de ver las cosas, entonces nunca me siento muy firme con respecto a nada, pero si con la confianza suficiente de que, después de 20 años, tengo algo de experiencia. - Andas de curioso por la vida. - Para mí, es un día perdido si no conozco algo nuevo o sin que surja una idea nueva. Entonces, en esto por ejemplo, trato de encontrar eso extra que solo puede darme una forma de ver las cosas, y ahí recién voy a estar en paz conmigo mismo y voy a disfrutar. Es como un desafío, uno se somete a sí mismo a tratar de que tenga sentido seguir haciendo lo que estás haciendo, que sea estimulante y refrescante. Cada día siento que quemo una etapa, ¿cachai? - ¿Esa autoexigencia te la impusiste desde tu inicio como comunicador? - Sí. Siempre sentí que todo era más grande que yo. Y eso tiene que ver con ser de provincia, creo. Al haber pasado mi infancia en Las Cruces, siempre he sentido que todo es más grande que yo, incluso hasta hoy, que pido muchas disculpas todo el día. Como que estoy agradecido con todo lo que pasa como diez veces más de lo normal, porque salí de un pueblo costero donde no había muchas oportunidades para nadie. Pero vivir ahí para mí era soñado, con las patitas en el agua todo el dia, todavía recuerdo eso. De hecho, creo que mi final está ahí. - ¿Siempre sentiste que el mundo era más grande que el litoral? - Sí, lo sabía. Creo que a los cinco o seis años uno tiene la conciencia de que podís sentirte pleno o feliz en un lugar sin necesitar nada más. Pero claro, me fui ampliando y viendo que Las Cruces no era el único pueblo, y me sorprendí sabiendo que existía Santiago, las otras ciudades en Chile y después otros países. Así me he sentido siempre. - ¿Cómo definirías Las Cruces? - Como un lugar análogo. Caminai’ en la arena y queda la huella, queda registrado tu pasar por ahí. En cambio acá, llegas, pisas el cemento y no queda nada, nadie sabe si pasaste o no. Recuerdo lo que dijo mi viejo alguna vez al final de sus días, que prefirió ser alguien en Las Cruces que no ser nadie en una ciudad. - ¿Tienes el mismo sentimiento de pertenencia a ese lugar que tu viejo? - Totalmente. Lo que me pasaba en ese lugar era que sentía que todo era mío, pero no en el sentido de posesión, si no que el pueblo era la extensión de mi casa. Si iba para la esquina me saludaban todos. Mi vista se perdía mirando el horizonte. - El cambio a Santiago debe haber sido rudo entonces. - Fue brígido, porque en Las Cruces despertaba en las mañanas y veía el mar, tenía la brisa fresca acompañándome todos los días, caminaba kilómetros a pata pela’; pasé de eso al cemento de Santiago, con sus edificios grandes y donde todo tenía limitaciones y lo que miraba era recto. Tenía seis años, y el cambio fue después que mis papás se separaron. Me tenía que hacer amigos nuevos. Haciendo una analogía con Star Wars, Santiago era como la Estrella de la Muerte. El imperio contraataca - ¿Cuál fue tu primer encuentro con Star Wars? - Ya conocía la película por ser de la generación que pilló en estreno El Imperio Contrataca (1980). Fue la primera vez que fui al cine y tuve noción de lo que era. Me acuerdo que habían como dos manzanas de fila para entrar. - ¿Y fuiste porque te tincó verla nomás? - No, era porque por primera vez sentí el hype del cine en mi vida. Sabía que El Imperio Contraataca era la segunda parte de una película que después pillé en VHS o que vi en la tele, no recuerdo. Pero fue la primera vez, además, que tuve la noción de que tenía parte uno, parte dos y que después venía una tercera parte. O sea, nuevamente tenía esa misma sensación que sentía en Las Cruces, de que todo lo que estaba pasando era más grande que yo y de sentirme un niño entrando a un bosque lleno de sus propias leyes y códigos culturales. Eso es lo que me engancha de Star Wars hasta el dia de hoy. De hecho, la primera adquisición de merch de la película que hice por mi propia cuenta fueron unos audiolibros que venían con casete. Era de El imperio Contraataca, y creo que la noche que lo escuché ha sido una de las mejores noches que he pasado en mi vida. Ponerme los audífonos en mi pieza y sentir la capacidad de recrear todo a partir de los sonidos. El pasar de las naves de un oído a otro era algo increíble. Ese casete lo conservo hasta hoy y es mi mayor tesoro. Si me lo robaran lo perseguiría hasta la mismísima Estrella de la Muerte (risas). - ¿Qué significa para ti Star Wars? - Es lo que me ha rayado durante todos los pasajes de mi vida, desde el inicio. Fue la primera vez que me embalé por descubrir esos mundos, esas galaxias. Una cosa que siempre me ha gustado de este universo es esta mitología en la cual puedes perderte. Desde el planeta de Yoda a la banda sonora o los ruidos del bosque. Alucinaba con la idea de que alguien pudiera construir algo así, de llevar una idea que tienes en la cabeza, de crear un mundo así y llevarlo a una película. ¿Cómo se producía esa telepatía de concebir en imágenes algo que tienes en la cabeza? ¿Cómo lo explicas? Puedes decir que las películas son las historias o los personajes, pero además de eso, son los paisajes que alguien soñó. Locaciones en el espacio donde aún te puedes dar un viaje. Entonces, otra cosa que me transmite Star Wars es que es un universo táctil: sientes que también puedes tocar los lugares por donde pasan los personajes. Es como un estar ahí, inmerso, como si pudieras meterte a ese mundo. - ¿Esa sensación la sientes con otras películas? - Sí, con las de Hayao Miyazaki me pasa exactamente lo mismo. Con Gravity Falls también. Siento que conozco esos personajes, que conozco esos pueblos. También siento que puedo pasar ahí toda la tarde. Son mundos que no te ponen límites para la imaginación. No está completamente definido y siempre hay algo que podría aparecer y sorprenderte, de lo que me gustaría pensar y crear una propia historia. Además, en Star Wars, porque también uno va haciendo sus propias teorías, creo que funda una memoria suplementaria en hijos que tienen cosas que resolver con sus padres. A través del tiempo, vas descubriendo paralelos de familias que se van peleando y tienes que hacer paces con tu padre, que tiene su propio lado oscuro y, de pronto, eres un rebelde porque tienes una actitud desafiante. Creo que Star Wars se trata de una película con temas familiares por sobre todas las cosas. Luchas a gran escala, sí, pero en el corazón de todo, son problemas familiares. Entonces me siento super atraído por ese encanto universal. - ¿Eso fue lo que te inspiró para hacer un programa como el 7° Vicio? - El 7° Vicio para mí fue como una posibilidad de encontrar un lugar en el mundo donde yo pudiera crear bajo mis propias leyes y códigos culturales. Poder cruzar temas y volverme loco y desatarme apasionadamente sin que nadie me dibujara la cancha, que es, en el fondo, la idea de la que he estado hablando. De sentirme pleno y que todas las cosas que tenía en la cabeza podían servir porque la línea editorial era yo mismo. - Eso igual es súper difícil. - Sí, absolutamente. Me preguntaba “¿cómo agarrar todo lo que siento y pienso y, a la vez, lo retrato con un poco de información para que eso no se pierda?”, “¿cómo comunico un mundo?”. Si hiciera una lectura starwarsiana de mi vida, salir de Las Cruces fue como salir de Tatooine, llegar a Santiago es como ver de frente a la Estrella de la Muerte y hacer el 7° Vicio fue como apuntarle justo al hoyo con la bomba de protones, lograrlo y decir “lo hice”, con una probabilidad de una en un millón para un cabro que venía de provincia. - Es tan complejo como decirle a un fanático de Star Wars –como tú– que la saga se acaba. - Pucha, creo que… no sé si estamos preparados para una culminación emocional de tanto tiempo y tantas cosas que esta película tiene… esta última entrega, el Episodio IX, por lo menos tiene que hacer un rastreo de toda la historia de Star Wars, de Skywalker, tiene que responder muchas preguntas. No pido que las respondan todas, pero sí que nos dejen con el corazón hinchadito, porque hay muchas cosas aún por resolver. Pero creo que se tiene que aprender algo con esto: si no tienes escrito el final, es como decir que no tienes la historia trabajada completa, de inicio a fin. Porque si no, tienes un final que apeste, como el de Games of Thrones. - Es difícil llegar a los finales de las épicas. - Sí, porque es difícil asumirlo. Por eso admiro tanto las series como Gravity Falls, porque es finita, no es un mundo donde todo se serializa, se hacen secuelas hasta morir, donde todos parecieran morir pero después reencarnan y vuelven a aparecer, etc. Es una serie para niños, de Disney, que llega a decirnos la vida en un verano es finita. Que empezaste un día, pasan dos o tres meses, y luego se acaba. Que de los 12 pasarás a tener 14 años y de una u otra manera, la niñez se terminó. No puedes volver atrás. Entonces, a veces debes mirar una serie como Gravity Falls (risas). El regreso del Jedi - ¿Cómo se cocinó el 7° Vicio? - Estaba en Las Cruces en ese momento de mi vida y tuve que devolverme a Santiago cuando me llamaron. En Las Cruces estaba estudiando mucho a Edgar Allan Poe, historias como “Eureka” y pasaba horas leyendo. - Y el llamado fue justo en el momento en que habías decidido dejar Santiago y volver a tu tierra. - En esa época había vuelto porque en Santiago nos habían desalojado por endeudamiento y nos tuvimos que ir forzosamente. Ahí tenía 21 años y sólo estudiaba. Estaba en periodo de pruebas finales cuando mi viejo me dijo “oye, nos vamos”. Entre medio, mi mamá había tenido cáncer y mi papá se había venido a cuidarla y de pronto, de un día para otro, el dueño del departamento se cansó porque mi papá era muy desordenado. - Otro cambio brusco. - En un camión se llevaron mi vida entera. Es increíble como cabe una vida en un camión… Me preguntaba si había una forma más cuidadosa de llevarse la cama de mi mamá, donde había tantos recuerdos. Ahí te das cuenta que los zamorreos van y vienen en la vida. Aunque en Las Cruces fue súper bacán, pero me angustiaba no saber qué hacer con mi vida, ya que estaba en un momento donde sentía que debía tener la película clara y tomar ciertas decisiones, pero siempre me tranquilizó mucho tener un lugar donde volver, porque podía estar desanimado, dudar si quería estudiar periodismo o no, pero saber que siempre podía terminar en un lugar, sin importar lo que pasara. Eso me tranquilizaba. Y de ahí volví a Santiago cuando me llaman de Vía X y a la semana estoy haciendo el programa. - En una analogía galáctica de ese momento, podemos decir que después de El Imperio Contraataca viene El Regreso del Jedi. - Totalmente. De hecho, uno de los primeros programas del 7° Vicio fue sobre La Amenaza Fantasma (1999), la primera de las precuelas que vivió esa generación cuando el programa salió al aire. Entonces, era como que todo hacía sentido en mi vida. ¿Voy a estar yo hablando de Star Wars? Sentía que estaban calzando demasiado las cosas y me sentí muy responsable por todos los que amaban el cine tanto o más que yo. Sentí el compromiso de cargar con esa antorcha y representar a esa generación. - Se completaba un círculo. - Mira, yo tengo los estudios incompletos: no soy periodista pero estudié Periodismo, no soy cineasta pero estudié Cine, entonces, de alguna manera, me pude completar en el 7° Vicio. Todas esas cosas que tenía incompletas llegaron a completarse en un solo lugar. - Y desde la ética mística del oficio. - Claro. Me lo tomo como si fuera un zapatero que estuvo aprendiendo y aprendiendo, porque antes no había cursos pero estuve pacientemente instruyendome. De hecho, cuando llegué al canal, le escribía los textos a la gente que realmente hablaba en la tele. Ellos eran los autorizados, yo solo era un cabro chico. Hasta hoy hay un poco de eso en mí, como no estar hecho para las circunstancias que todavía me superan. Aún siento ese nerviosismo. - Has contado en otras ocasiones que le pedias al camarógrafo que te deje solo grabando. ¿Aún sientes ese pudor? - Es que hay cosas que me dan vergüenza decirlas con alguien ahí mirando y escuchando, entonces a veces le pedía al camarógrafo que dejara grabando y fuera a tomar desayuno afuera. Eso pasó varias veces, pero es parte del juego. Las cosas que me dieron vergüenza fueron las que valieron la pena, entonces a veces cuando estoy inseguro y siento nervio, me he dado cuenta que es el mejor momento para hacerlo, y cuando son demasiado perfectas y trabajadas las cosas que voy a decir, siento que pasó la vieja. Es como cuando Luke cierra los ojos y se confía de que las cosas saldrán como deben salir. Por eso no suelo repetir lo que digo, porque no es un guión, no puedo parar y devolverme a decir lo mismo. Las veces que me enojo en el set o pierdo la paciencia es cuando les digo al equipo “¿les gustó o no?”, y me dicen “pucha, justo no grabamos” y es como “puta, ¿tengo que volver a repetirlo? ¡Si no es un guión!” (risas). - ¿Siempre ha sido esa la ética de tu trabajo? - Más que eso, es solo mi forma de ser. Es como cuando dicen “me encanta el estilo de ese cabro porque habla de esta forma, se comunica diferente a otros personajes de la tele, etc”, pero es solo porque así supe hacerlo sin fingir, nada más. Después se transformó en mi estilo y en esta ética que nombras, pero era solo la forma en que sabía zafar del momento y cómo sucedía, pero no partió como una idea premeditada. - Una independencia y una forma de trabajo impensada para llevarlo a la TV abierta, aunque es sabido que has tenido varios ofrecimientos. - Por eso no me han visto ahí. Lo único que hice fue un espacio de cine para el Buenos Días a Todos (2008) un par de meses, donde hablaba con la Tonka y Camiroaga de El Exorcista y Cementerio Maldito y lo pasaba la raja. Era como hacer el 7° Vicio en TV abierta, como llevar un cargamento rebelde. Me salí con la mía nomas, mostrando algo en un escenario que no era el mío. - ¿Lo pasaste bien? - Lo pasé bien, pero ya la segunda vez que me pidieron hablar de nuevo de Kung Fu Panda para aprovechar el rating de la semana anterior que había sido súper bueno, dije que no porque yo no iba para eso, entonces ya había perdido su gracia. - Estando en esa pantalla más mediática, ¿sentiste miedo a la exposición o la fama? - Siempre me cago de miedo, y es que ví cómo se desmorona todo cuando uno se encandila con la tele y el cine. Lo vi con mi papá (Gustavo Frías, guionista de Julio Comienza en Julio, Caluga o Menta, entre otras) que se perdió en ese mundo. Así que soy súper aterrizado, puedo estar lleno de ideas en mi cabeza pero sé donde estoy, que todo es por un rato. Sí, llevo 20 años en esto, pero siempre trato de hacerlo como el último día, porque la vida me enseñó que te puedes ir de tu casa de un día a otro, que las relaciones empiezan y terminan. Todo es prestado. - Siempre fiel a mantener un perfil bajo. - Claro. No he tomado ninguna oferta de tv abierta en 15 o 20 años, tampoco me he casado con una campaña de empresa gigante ni me he comprometido con algún candidato político. Puede que a veces haya llegado a acuerdos con algunas marcas, pero no me definen, yo escojo. Agradezco no haber hecho ninguna de esas cosas a mediano o largo plazo durante mi vida por las cuales deba sentirme arrepentido. Si desde el inicio mi intención hubiese sido usar Vía X como el semillero o trampolín a pantalla abierta, eso habría pasado hace tiempo, pero intuía que el 7° Vicio no iba a tener la línea editorial que ha tenido siempre el programa, entonces he preferido mantener mi rinconcito. ¿Para qué cambiarme? El despertar de la fuerza - Hay un libro que se llama Cineclub, del escritor David Gilmour (no el guitarrista de Pink Floyd), que se centra en la relación de un padre con un hijo conflictivo que deja el colegio, pero en cambio su padre le da la opción de seguir aprendiendo a través de películas que él le recomendaba. Hoy, siendo tu también padre, ¿le darías esa opción a tus hijos de que puedan aprender de la vida e imaginarla a través de las grandes obras de hombres con una imaginación y sensibilidad tal de plasmarla en cintas y causarnos las más diversas emociones? - Tal cual. Fíjate que todos los grandes narradores, cineastas y músicos tuvieron sus primeros cinco, seis o siete años claves o formativos, hitos que marcaron sus vidas, como problemas de adolescencia o carencia con los viejos… estoy pensando en David Bowie o tener un papá súper autoritario y rígido como el de George Lucas, que quería que su hijo, prácticamente, no tuviera imaginación para seguir un negocio familiar. Es increíble cómo a través de esos años fundamentales puedes hacer toda una radiografía de sus hitos, miedos, anhelos, etc. En mi caso, no soy ese tipo de personas tan importantes, pero también siento que me pasa. Ahora saco mi tercer libro que se llama “Abuelo Zombie”, y se trata sobre los diálogos que tengo con mis hijos en base a su abuelo, el primer muerto real que vieron en sus vidas a los seis, siete años. ¿Cómo explicas eso cuando ni tú has sabido explicártelo en todos tus años? Los adultos no tenemos la respuesta y a veces los niños sí, porque no saben tanto o perciben la vida de otra manera, y como soy un papá que lleva lápiz y libreta a donde voy, he anotado todo lo que dicen desde que mastican o balbucean palabras, y todos esos diálogos están en este libro donde dialogamos de la vida y la muerte, de las películas que vemos para respondernos preguntas y tratar de explicar qué es la muerte. - ¿Por qué “Abuelo Zombie”? - Porque de alguna manera lo volvemos a traer a la vida, lo podemos resucitar. No es para niños el libro, aunque sí tiene elementos muy divertidos que cualquier niño puede leer, pero los principales temas no son para niños. Pero, tú y yo lo sabemos: nunca hay que subestimar su inteligencia ni sus emociones, de hecho están mucho más preparados para muchas cosas. Pero bueno, ese libro es un poco mi Cineclub, por decirlo de alguna forma. Y también, afloran miedos nuevos que antes no tenía, sobre todo como padre, a lo mejor te ha pasado también. - Sabes, me ha pasado mucho en estos días de crisis social. Por mi ideología, seguro estaría mucho más presente en las protestas, pero ahora tengo otras responsabilidades y lo primero es velar por mi familia, y todos los días pienso en cómo aporto a esta lucha desde mi trinchera y desde lo mejor que sé hacer. No sé si tienes esa misma lectura o has pensado algo similar. - Sí, totalmente. En otro tiempo habría sido Primera Línea, de todas maneras, pero siento que todos podemos aportar desde nuestro propio lugar y, además, la Primera Línea ya es fantástica, siento que estorbaría ahí (risas). Quizás sería de la Cruz Roja, llevaría las botellitas con agua o sostendría los escudos. Me preocuparía más paternalmente que estar ahí mismo. Incluso he pensado en Star Wars con todo esto. - ¿En qué sentido? - Star Wars te enseña en todo momento que no hay que confiar en las corporaciones, en los imperios, en los sistemas de pensamientos. Ni siquiera en los Jedi, porque hasta ellos son capaces de traicionar. Star Wars llama a que la gente crea en sí mismos, porque ese es el tema final: no hay nada más importante que las alianzas que se crean entre Luke, Han, Leia, ¿cachai? Ese es el corazón del asunto, todo lo demás puede fallar, desmoronarse, pero el final de todo es creer en uno mismo. Depositamos nuestra confianza en otros y creemos que van a velar por nosotros, pero el poder es más corrompible que todo, hasta en grados menores. Mira de dónde viene todo. O sea, haciendo la analogía, si Luke no hubiese disparado esa bomba de protones y hubiese hecho estallar la Estrella de la Muerte, esa nave iba a estallar igual, como Chile, porque estaba podrida desde adentro. Iba a estallar solita. Mira lo que está pasando. Acá, el cáncer viene desde adentro. - En ese ejercicio comparativo, ¿qué películas crees que sirven para entender el Chile que despertó? - Una película que podría servir para este momento es Los Olvidados (1950) de Luis Buñuel. También hay documentales chilenos que son claves, como Este Año No Hay Cosecha (2000) de Fernando Lavanderos y Gonzalo Vergara, que se trata de niños en situación de calle o Caminito al Cielo (1989) de Sergio Navarro, sobre la vida de niños de La Pincoya. Creo que se venía dando un pronóstico en la cinematografía chilena de lo que justamente estamos viendo. Me he acordado también mucho del corto animado que se ganó un Oscar, Historia de un Oso (2014) de Gabriel Osorio, porque es una historia que corre para el pasado y el presente de Chile: mientras los niños no sean la prioridad, el país seguirá siendo de último orden. ¿Cómo explicas lo que pasa con los niños en el Sename? Ellos están viendo cómo nos peleamos entre nosotros, cómo los políticos tienen las peleas más infantiles del mundo y se olvidan que los niños están mirando esto. Creo que las heridas de un niño deberían ser las de torcerse el pie jugando a la pelota o resbalándose de un árbol, no los abusos a los cuales son sometidos hoy. Que un niño diga que un buen día es “cuando no me pegan tanto”, “cuando no me violan”, “cuando puedo comer un poco más”... o sea… Nos queda mucho, y ese es el gran problema. Esas son las generaciones que van a quedar acá. Una nueva esperanza - Como que las marcas de la niñez permean para el resto de la vida. Al principio de la conversación, guardando las proporciones, cuentas que el cambio de Las Cruces a Santiago fue traumático para ti. ¿Aún queda algo de eso que sientas hoy? - Quizás fui injusto con el relato y conmigo mismo, porque fui feliz. En un espacio cuadrado y una pelota de fútbol era feliz, porque como que eso me recordaba mi lugar en el mundo. Jugar a la pelota siempre me hacía acordar quién era y de de donde venía. Además le pegaba a la pelota (risas). - ¿Quisiste ser futbolista alguna vez? - Si po’, yo quería ser futbolista. Creo que es lo mejor que he hecho. Quizás para eso estaba destinado y el 7° Vicio fue como el accidente feliz que me pasó entre medio. - Entonces todavía juegas sus pichangas, supongo. - Ahora no tanto, más con mi hijo, pero cuando chico pasaba todo el día jugando y me hacía muy feliz. No necesitaba ni comer, solo una manguera con agua y zapatos que me gustaran. Y a mi me gustaban las zapatillas Jet porque eran como pegadas a la piel, entonces sentía todos los dedos cuando le pegaba a la pelota. Cuando llegué a Santiago recién empecé a cachar otras marcas. Tenía compañeros con zapatillas super buenas, pero cuando me las probaba no sentía tanto mis dedos dentro de las zapatillas, entonces no me gustaban. - Tenía que ver con la costumbre que comentabas de andar siempre descalzo, ¿no? De tener una “conexión análoga” a la tierra. - Sí, claro. Mientras más mala la zapatilla, más cercano sentía el pie a la tierra y eso me hacía sentir seguro. Tuve una buena infancia acá. - ¿En qué momento llega la música y el cine? - En Las Cruces, con una especie de antenas con esponjitas captadoras de los gustos de mis papás, que eran súper cinéfilos y pasaban escuchando música. A veces entraba a la casa y estaba sonando la “Cabalgata de las Valkirias” de Wagner y mi papá emocionado hasta las lágrimas. Después, salía a jugar, volvía, y mi mamá estaba escuchando Mazapán. Entonces yo navegaba entre eso sin saber mucho cuáles eran los referentes. Y veían películas todo el día, mucho libro dando vueltas también, entonces me crié con todo eso. De hecho, hay cosas que recuerdo hasta hoy y que todavía están en Las Cruces, libros, VHS, discos y casetes que no he querido borrar porque me recuerdan a mis viejos y exactamente esa etapa de mi vida. Los casete, para mí, tienen más vida adentro, no sé cómo explicarlo, pero no podría recordar con un mp3 un momento de mi vida. Tiene que ver con el objeto, con lo análogo que te comentaba hace un rato, porque gracias al objeto me acuerdo del cuadro arriba de la mesa, y por la mesa me acuerdo del lugar. Como que veo un VHS o un casete y si lo depositaste en algún lugar de tu memoria, te ayuda a pintar completamente el lugar donde estabas. Con un mp3 no me pasa eso. - Para ti, ¿el cine es más un vicio o una pasión? - No sé cómo distinguirlo, pero si un vicio fuera algo que te hace dependiente de un suministro, igual sí. Estás hablando con alguien que lo primero que hace cuando se despierta es anotar algo que estuvo soñando por ver una película la noche anterior, y que después, viajando por el Metro, desde Elisa Correa a Baquedano, es ir viendo películas e ir anotando cosas de relaciones que se me ocurren; después llego al programa, preparo los libretos que es básicamente navegar sobre lo que he ido pensando, y después vuelvo a mi casa, veo unos tres capítulos de la serie que tenga pendiente para luego meter algún clásico. Y entre todo eso, intento ir dándole un sentido de unidad al programa. - Eso que cuentas me hace pensar que, a pesar del tiempo y de cierta estructura que como espectado uno pueda darle al 7° Vicio, no es para nada algo automático o sistematizado. - Para nada, de hecho me siento mal cuando en algunos programas he operado con el piloto automático, porque he estado muy reventado y recurro a ideas que ya dije antes, pero me voy con un cargo de conciencia a la casa y al día siguiente vuelvo haciendo el programa como metralleta (risas), pero es porque constantemente uno quiere aprovechar ese espacio que tiene para transmitir una buena idea o le quieres dar algo a las personas, y para eso está el 7° Vicio, para que la gente se quede enganchada y le tome el valor a las cosas que se están presentando. Y todo vale la pena cuando me para una señora en la calle que yo jamás pensé que iba a ver el programa, porque uno siempre cree que es otro el público que te ve, o cuando niños se acercan medios tímido a darte las gracias… ahí uno se siente compensado con todo lo que hace. - Es como los aplausos finales. - Y es loco, porque en el 7° Vicio pasa algo bien particular, porque como es un programa grabado sin público y con un puro camarógrafo, resumido a su economía televisiva más básica, es como el programa de alguien que trata de entretenerse así mismo, porque soy yo hablando con alguien que no veo, con un público que no hay y tratando de imaginar qué cosas les podría interesar que yo diga. Claro, primero tengo que entretenerme y tratar de mantener la concentración y ver cómo me sorprendo a mi primero. Hay algo que llama la atención sobre estos tiempos con directa relación a lo que haces. Estamos en una época con muchas cosas pasando o enterandonos a tiempo real que suceden, y audiovisualmente hay una oferta que parece una locura. ¿Sientes que hay una doble lectura con esta sobreproducción, con el fácil acceso a las diversas plataformas de streaming? ¿Es más felicidad o agobio? Creo que quizás estamos viendo más series y películas que en ninguna otra etapa de la humanidad, y mucha gente que antes no tenía acceso a esos contenidos, por fin lo tiene al alcance de su mano y eso me produce felicidad, porque todos estamos conectados. Pero, sí, también siento que muchas veces vemos cosas solo por ver. No tiene nada de malo, pero te puedes zampar Breaking Bad en una semana y dices “qué buena”, pero terminas como los de The Truman Show diciendo “¿y qué hay en el otro canal?”. Tengo un rollo con que el espectador consuma algo porque sí para sacarlo de su lista de pendientes y no sacar una idea o debatir sobre lo que vio. Ahora, entiendo que puede funcionar como un escapismo: “quiero ver una serie para olvidarme un poco de todo”, pero también está la otra parte: muchas series y películas fueron creadas para que pudiéramos ver nuestras vidas, ver cómo funciona la sociedad, porque en muchas hay respuestas o lógicas por las cuales estamos pasando. Daría un mensaje a que estemos más atentos a las lecturas. Las cosas que están pasando exactamente en la realidad, las películas las vienen contando hace mucho rato y quizás no queríamos verlas. Deben encontrar el 7° Vicio en su interior, ese sería el mensaje (risas). Tags #Gonzalo Frías # Star Wars # StarWars Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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