Electric Light Orchestra

1976. CBS Records

Una de las agrupaciones más exitosas de los años setenta en términos comerciales fue The Electric Light Orchestra. La fusión de sonoridades progresivas y sinfónicas junto al rock dieron lugar a uno de los ejemplos más claros de que hacer música de calidad y llegar al número 1 de los rankings era algo absolutamente viable.

La banda nacida en Birmingham a fines de los años sesenta, contaba en sus inicios con la presencia de Roy Wood, un icono perdido de la historia del rock, quien había planificado este proyecto durante mucho tiempo, buscando nuevos sonidos y experimentando junto a algunos amigos. Así fue como conoció al cantante y guitarrista Jeff Lynne, quien para ese entonces formaba parte de The Move. Cuando estaban listos para conquistar el mundo musical, Wood se dio cuenta de que la fama no era su principal motivación, por lo que abandonó el grupo. Y Lynne, asumió las riendas del asunto.

Desde comienzos de los años setenta, ELO, como se le llama comúnmente editó discos que sorprendieron al mundo, partiendo tímidamente con trabajos como “No Answer”, para luego tener a todos a su favor cuando salen al mercado placas como “Eldorado” o “Face The Music”, donde se incluyeron clásicos como ‘Evil Woman’ o ‘Strange Magic’. Claramente detrás de esto estaba el gran ojo comercial de Lynne, quien tenía la formula perfecta para triunfar y llevar a sus secuaces por esos caminos. O sea, con esto quiero decir que sin Lynne, sería imposible la existencia de ELO, ya que además el tipo creó un sonido único e inconfundible, vocal y musicalmente.

Pero en 1976 deciden arrasar con todo. La banda estaba compuesta por Bev Bevan en batería, el bajista Nelly Groucutt, Richard Tandy en los teclados, además del combo sinfónico compuesto por los cellistas Hugh McDowell, Melvin Gale y el violinista  Mik Kaminski. Toda esta mini orquesta bajo la batuta de Louis Clark, cuyos arreglos deben estar entre lo mejor de la música de todos los tiempos.

Y el buen Jeff pretendía con esta placa hacer una obra maestra. Tomemos como referencia el grandilocuente título: “Un disco del nuevo mundo”… probablemente quería hacer algo como el compositor clásico Antonin Dvorak, quien a su novena sinfonía la llamó de la misma forma. Y qué duda cabe, Lynne y sus compañeros pasaron a la historia con un disco tan bien hecho como este, y con excelentes canciones.

Un sonido de sintetizador es lo que da inicio a los casi 40 minutos de lo que podríamos denominar toda una experiencia sónica. Se trata de ‘Tightrope’, track 1, donde posteriormente irrumpen las cuerdas y un coro excelente, para luego dar paso al clásico riff, donde por momentos, se advierten las influencias de la banda favorita de Lynne, nada menos que The Beatles (de hecho, su sueño frustrado es haber sido parte de los fabulosos de Liverpool). ‘Tightrope’ es una canción tremenda, refinada, rockera, y con frases como por ejemplo, "the city streets are full of people going nowhere making time”. Es un tema que tiene todos los elementos que hacen que uno se encante de inmediato con el álbum, esperando que vendrá posteriormente.

Y de manera unida, surge un extraño sonido… sí, se trata de ‘Telephone Line’, una canción inmortal, un llamado telefónico buscando amor, donde se hace presente con fuerza la batería de Bevan, un sonido único. Esta canción debe ser de las cosas más bellas que se han hecho en la música popular, los violines sonando de la mejor forma, y unos juegos vocales de excepción. Un tremendo clásico.

Continuamos la travesía por el “nuevo mundo” con ‘Rockaria!’ Como su nombre lo indica, es una pieza donde los tintes rockeros están más presentes que nunca, es como escuchar un rock and roll de Chuck Berry, pero con sonoridades sinfónicas. La voz de Lynne potente, dejando el rock más vivo que nunca. Una maravilla.

El tema 4 lleva por nombre ‘Mission (A World record)’, otra balada, tremenda, con cierto aire espacial, atmósfera que se ve realzada por la letra que habla acerca de una misión en búsqueda del planeta tierra. Esta es una de las canciones donde se muestra de mejor forma el estilo impuesto por ELO, esos temas bellos con arreglos impecables de cuerdas. Gran forma de culminar la primera parte de la placa.

‘So Fine’ da el puntapié para el lado B del vinilo de esta placa. Una canción memorable, con harto ritmo y un excelente tratamiento a los coros. Recuerdo que cuando escuché este álbum por primera vez, hace muchos años, una de las cosas que más me llamó la atención fue este tema, que sorpresivamente rompe la estructura para dar paso a los sintetizadores y percusiones, donde posteriormente van entrando los instrumentos de a poco para volver a la melodía original.

Después, bueno, ¿que más nos puede sorprender? Nada menos que ‘Livin’ Thing’, que comienza con esos memorables violines y una trompeta, un clásico tremendo de la discografía de ELO. Y pensar que esta era la música que se consideraba “comercial” en aquellos años…uno de los primeros éxitos del conjunto en nuestro país, una pieza hecha con maestría y mucho feeling.

‘Above The Clouds’ nos lleva de retorno a una tendencia más reflexiva en las creaciones de los muchachos de Birmingham, no por eso menos interesante, ya que el resultado logrado es bellísimo, es de esos temas ideales para escucharlos de noche, en un momento de meditación. Y por lo demás, es un excelente preámbulo para la parte final de “A New World Record”.

Porque, como es de esperar, los dos temas finales tenían que resumir todo el concepto de la obra, y pavimentar un camino sólido para que ELO pasara a la historia con su excelente fusión de estilos. Objetivo más que logrado: en primer término, ‘Do Ya’, un riff clásico del rock, la guitarra de Jeff suena polvorienta gracias a esa distorsión que se convertiría con los años en una característica esencial de su sonoridad. Como decía anteriormente, una canción rockera, que se mezcla en la mitad con elementos progresivos. Y termina con un arreglo fuera de serie, espectacular, y la desolada frase “Do ya want my love?”. Sin palabras.

Para finalizar, ‘Shangri-La’, otra maravilla, una metáfora de la famosa ciudad perdida, y acá si que queda en evidencia el fanatismo de Lynne por The Beatles: “My Shangri – La has gone away, Faded like The Beatles on Hey Jude”. Además de ello, es un tema inmortal, que se puede escuchar muchas veces por años y no cansa. La atmósfera orquestal es impresionante, llega hasta lo más profunda, y hay que destacar el magnífico desempeño de Bevan en la batería, rompiendo la métrica y en definitiva, llevando la batuta, tanto que cuando pensamos que todo ha terminado, irrumpe un platillo desde lejos, con un fade in (como el de Lennon en “Love”) donde Lynne canta que volverá a Shangri-La, acompañado por un coro celestial y una soprano. Una genialidad en sí misma.

Hace algún tiempo, Jeff Lynne fue consultado acerca de su obra y gracia. Y su respuesta no podía ser otra: “A New World Record”. Porque es un disco indispensable para cualquier melómano y fanático del rock. En mi caso, ha sido una placa que me ha acompañado por muchos años, que continúa siendo una de mis preferidas, probablemente por haberla escuchado a temprana edad gracias a la influencia de mi padre. Recomiendo conseguir la versión remasterizada que salió al mercado en 2006, con motivo de los 30 años, donde los temas han sido remezclados, sonando mucho mejor, y con la gracia de contener varios bonus. Al escuchar este disco, es posible imaginar un nuevo mundo, no sé si mejor, pero sin duda, con una música trascendente y que quedará por siempre en la historia.

Emilio Garrido Riquelme