Delta

2018. Gentlemen of the Road/Island

Los hechos –necesarios en esta era de noticias falsas y eufemismos baratos para denominar a la mentira por su nombre– son decidores: “Delta”, el cuarto y más reciente trabajo de los británicos Mumford & Sons, mantiene la exitosa senda del cuarteto londinense al transformarse en el tercer número uno que logran en Billboard (“Wilder Mind”, de 2015, y el elogiado “Babel”, de 2012, son los otros dos) y superando al gran debut que firmara la banda en 2009, “Sigh No More, que alcanzó el puesto número dos en el ranking de Billboard.

Asimismo, “Delta” se transformó en el disco de rock alternativo más exitoso –de acuerdo a Billboard– de este 2018 y en el segundo álbum de rock (en todas sus corrientes) con mayor número de unidades vendidas (230.000, que incluye a copias físicas y descargas legales), sólo superado por “Come Tomorrow”, de la Dave Matthews Band. De esta manera, los titulares de varias publicaciones alrededor del orbe nuevamente tildaron a Marcus Mumford, Winston Marshall, Ted Dwane y Ben Lovett como los “salvadores del rock”.

Los números, entonces, muestran a un grupo que superó la inmediatez del éxito y que se consolida como una de las fuerzas musicales del nuevo milenio. Esto, se subraya con la llegada de Paul Epworth en la producción (colaborador de artistas como U2, Coldplay, Adele, Rihanna e incluso, Thurston Moore), con lo que el grupo entregó pistas de si, efectivamente, el folk que les valió ser la hoja de ruta para el indie rock del nuevo milenio sería el camino a seguir o si, en su afán de conseguir mayores audiencias, abrazarían un sonido más grandilocuente y para conseguir eso, el nombre de Epworth caía como anillo al dedo a las ambiciones de los londinenses, reveladas en parte en “Wilder Mind”.

Para “Delta”, el cuarteto decidió transitar por un inocuo sendero intermedio en el que, por una parte, aparecen vestigios de sus primeros registros –pasados por ese sonido grandilocuente que caracteriza a Epworth con harto sintetizador para construir atmósferas– que hacen creer que Mumford and Sons quiere volver a su lenguaje primario. Curiosamente, en los cuatro últimos surcos del disco, con ‘Delta’, ‘If I Say’, ‘Wild Heart’ y ‘Forever’, donde los de Londres logran que su sonido añejo sea el que prime para desde ahí, ir construyendo el anhelado lenguaje moderno que quiere lograr el grupo.

No obstante, en otros pasajes de este disco, esa misma ambición merma los elementos más característicos de Mumford & Sons. Canciones como ‘Darkness Invisible’, por ejemplo, desnudan de todo rastro característico al grupo y lo pone a la par con conjuntos contemporáneos pero sin apelar a su identidad sonora, lo que en definitiva se escucha como un vano intento de llegar a grandes audiencias que, por lo demás, Mumford and Sons ya conquistó. Junto a ello, se suma una mediocre primera mitad de “Delta”, en la que incluso el primer sencillo de este disco, ‘Guiding Light’, suena a una versión deslavada y autocomplaciente de la misma banda, lo que no ayuda al balance de este trabajo.

Las cifras –esté uno de acuerdo o no con estas– no mienten: “Delta” se erige como uno de los más importantes lanzamientos del rock de 2018. Sin embargo, esto no quiere decir que sea una obra imprescindible o, por lo menos, llamativa del rock del nuevo milenio. En esta nueva pasada, Mumford and Sons se escucha extraviado entre los códigos que le valieron el beneplácito de la crítica –sus delicados arreglos de cuerda acompañados por grandes percusiones y portentosos coros–  y la decisión de estar a la par con sus contemporáneos en el ámbito sonoro. El hecho de que en su cuarto disco el grupo haya decidido tomar ambos caminos claramente no fue la mejor decisión porque, para disgusto de sus seguidores, “Delta” nunca encuentra el foco y para cuando lo hace, el álbum ya está en su fase final, sin mucho más que aportar o revelar.

Felipe Kraljevich M.

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