Mastodon

2021. Reprise Records

Siempre hay que tener cuidado con los discos dobles. En una época en que el streaming manda, es cada vez más difícil sumirse en el viejo rito de escuchar álbumes con todos los sentidos puestos en lo que sale por los parlantes. Incluso cuando dejamos correr un disco mientras trabajamos o hacemos otros quehaceres, el disco doble se hace demasiado. Si no eres The Beatles en el “White Album” (1968), Led Zeppelin en “Physical Graffiti” (1975) o Pink Floyd en “The Wall” (1979) es complejo que tu disco doble pase a la historia sin dejar esa sensación de falta de síntesis. Seamos claros, muchos serían excelentes adiciones discográficas si les quitamos algo de grasa. Los ejemplos quedan a elección del lector.

Pues bien, ¿es “Hushed And Grim” (2021) de Mastodon uno de esos discos? La respuesta es no. Acostumbrados a elaborar placas temáticas con “Remission” (2002) representando al fuego, “Leviathan” (2004) al agua, “Blood Mountain” (2006) a la tierra y “Crack The Skye” (2009) al aire, los estadounidenses abandonaron los conceptos de los elementos para volcarse a los temas personales con la pérdida como principal motor. Algo de ello ya se venía trabajando en “Crack The Skye” (2009) tras el suicidio de la hermana de Brann Dailor y se hizo más presente en los siguientes “The Hunter” (2011), homenaje al hermano de Brent Hinds que murió cazando, “Once More ‘Round The Sun” (2014), tributo a los amigos fallecidos durante el proceso de composición, y “Emperor Of Sand” (2017), una carta a corazón abierto para la esposa de Troy Sanders que padecía cáncer.

Así las cosas, la muerte vuelve a rondar en “Hushed And Grim” (2021) debido al deceso del manager Nick John a causa de un cáncer al páncreas. A menudo reconocido como uno más del grupo, John fue clave para que Mastodon alcanzara el sitial en el que están, fue él quien se los llevó al Unholy Alliance 2004 con Slayer y Slipknot, y el primero en apoyarlos en todos sus pasos, escuchando sus demos o discos a todo volumen tomando una copa de vino junto a su esposa Colleen. Es por eso que los tonos grises son la moneda de cambio en esta pasada, lo que se percibe desde el primer momento en la tríada que abre el largo: ‘Pain With An Anchor’, ‘The Crux’ y ‘Sickle And Peace’. Las raíces de este árbol que sirve como hogar para las almas de los caídos encuentran tierra fértil en los riffs más duros que las manos de Sanders, Kelliher y Hinds han esculpido en años.

Hay un halo de constante solemnidad en las introducciones de ‘More Than I Could Chew’, ‘The Beast’, esta con los exquisitos aportes del guitarrista Marcus King, y ‘Skeleton Of Splendor’ que se empalma con desarrollos progresivos, bluseros y psicodélicos, lo que pone a este álbum en un peldaño de exigencia superior al de entregas anteriores, no en lo estrictamente musical porque están presentes todos esos elementos que rodean el planeta Mastodon como satélites, sino que en el plano sensitivo. La carga emocional se maximiza incluso en la ganchera ‘Teardrinker’ o en la combativa ‘Pushing The Tides’, ambas con un soberbio Brann Dailor que, como siempre, estampa sus atributos en dos de los coros definitivos de la placa y logra exorcizar los demonios que dejaron sus ataques de pánico debido al estrés con fills de batería sedientos de venganza.

Bill Kelliher y Brent Hinds se muestran demenciales en las guitarras gemelas de ‘Peace And Tranquility’, bajan hacia las profundidades ambientales en ‘Dagger’ y se sumergen en la melancolía pura con una conmovedora ‘Had It All’. En esta última, Mastodon no podía tener un mejor acompañante que el bueno de Kim Thayil, ya que los ayuda a combinar los guiños grunge del Soundgarden de “Down on the Upside” (1996) con su galantería progresiva intrínseca. ‘Savage Lands’ levanta la moral después del baño de desconsuelo proporcionado por el track anterior y para esto Troy Sanders recupera una agresividad primal que le hace ciertos cariños al público de “Remission” (2002) o  “Blood Mountain” (2006), pero con esa soltura y efectividad propias de su recorrido más actual, especialmente para mejorar los baches que a veces se perciben en “Emperor Of Sand” (2017).

Para Sanders, el bajo debe ser un soldado mimetizado que no se roba la película de acción con un protagonismo desmedido, sino que dispara con certeza cada línea que corre por su diapasón y eso es justo lo que hace en la extensa ‘Gobblers Of Dregs’. Se siente la vibración de las cuerdas, el grosor de los graves haciéndose uno con el bombo y los dedos cayendo lento sobre las notas, mientras la banda nos encamina por 8 minutos y 34 segundos de viaje astral, un poco lánguido a ratos, pero con unos sintetizadores kraut-rock que aportan un sabroso aditivo sinestésico. Hay momentos en que volvemos a encumbrarnos en los aires de “Crack The Skye” (2009) con esos desarrollos intrincados de mucha belleza estética que sirven de puente hacia una enigmática ‘Eyes Of Serpents’. Esta penúltima parada de la travesía está inclinada hacia el lado más gris del disco y aun así logra elevar el espíritu con un desfile de efectos en la guitarra que modulan sus dinámicas y al final se desangran en solos elásticos, todo resguardado por una puesta en escena ceremonial y sincera.

El riff aliciente y la voz multicolor de Dailor en la apertura de ‘Gigantium’ abandonan la oscuridad para entregarse a la luz, se siente como si dejaran ir el alma de su querido amigo, y de todos los otros que han formado parte de su historia, en una paz divina a fin de que vuelen libres y  abracen la liberación definitiva. Hay toques de la grandilocuencia de Baroness, expertos en conectar con las emociones más profundas, pero Mastodon la lleva más hacia una épica progresiva y no tan shoegaze como los protegidos de John Baizley. ‘Gigantium’ es un final espectacular, que si no deja con la boca abierta, saca más de una lágrima. Olvidemos la provocación o la búsqueda de la efectividad de entregas anteriores, esto es Mastodon cerrando un disco como corresponde, una de las mejores conclusiones que han tenido en su carrera, y no exageramos.

Si bien los discos dobles pueden parecer una aventura quijotesca destinada para la vieja guardia de fanáticos con un apetito musical incansable, los de Atlanta jugaron sus cartas y lograron lo que muchos clásicos e incluso compañeros de generación no han podido, es decir, facturar un trabajo creíble en la que cada track importa. Por fin estamos ante un disco con el que no tenemos que jugar a la melomanía-ficción quitándole tracks para que valga la pena como disco simple. Acá no se pierde ni un segundo, hay un estado de ánimo general que se mantiene en toda la placa y alcanza cuotas de una emotividad sanadora que solo mejora con cada escucha.

Quizá sería excesivo colocarlo junto a las magnánimas obras de Led Zeppelin o Pink Floyd en una línea temporal de álbumes dobles, es verdad, pero si nos centramos solo en la historia del cuarteto estadounidense, bien podríamos estar hablando de un largo que cumple la misma función que “Physical Graffiti” (1975) o “The Wall” (1979) en la discografía de los tótems ingleses, o sea, una colección de canciones con la que Sanders, Kelliher, Hinds y Dailor explotan su exuberancia instrumental zeppeliana y lo combinan con la densidad emocional floydiana, guardando todas las proporciones del caso. Sin lugar a dudas, “Hushed And Grim” (2021) es lo mejor que ha firmado Mastodon desde “The Hunter” (2011), un gran tronco musical en el que conviven todas las almas de una banda que sabe transformar la rabia de la pérdida en solemnes tributos sónicos para que sus deudos puedan descansar en paz y tranquilidad.

Pablo Cerda